Al vecchio arco
Locorotondo es un precioso pueblo de la Puglia. El circular centro histórico, de casas blancas con geranios, esconde la fantástica trattoria de Al vecchio arco. Dudé si entrar cuando pasé por delante. Me gustó el ambiente familiar pero cometí el error de mirar el ranking. ¡Cáspitas, 3,9 estrellas! ¿Qué está aquí fallando? No sin titubeo, decidí sentarme y vino un camarero gruñón a decirme que allí servían lo que su mamma cocinaba. Le respondí que todo lo sacara. Fave e cicoria, orecchiette al pomodoro y melanzane alla parmigiana. El instinto prevaleció por encima de la puntuación y no he probado desde ese día mejor pasta. Mismo escenario en una posterior visita a Bolonia. Me topé con la Osteria dell’orsa paseando sin dirección por los imprevisibles adoquines. La larga cola de universitarios me dio la señal que ese era mi sitio. Quise confirmar en Google antes de entrar y de nuevo al lío. Un mísero 4,2 y justo al lado había un vegetariano de 4,9 con pizarras de dibujitos y camareros flipados. Ignoré el agregado y me metí en la taberna del oso. Si estás en Bolonia ese es tu sitio. Pídete la tagliatella al ragu y la cotoletta a la bolognesa y remátalo con una panna cotta y un espresso. Recuerdo las dudas antes de entrar y lo jodido es que, en este contexto de las reseñas, uno empieza a cuestionarse lo que de verdad siente y no se cree lo que observa. Si la cocina está sucia no puede ser un 4,7. El mapa no es el territorio y el instinto nunca miente. «Hasta que dejé de dudar de la cordura de mis percepciones y, por el contrario, comencé a dudar de la veracidad de los mapas». El dinero es el rating en las relaciones humanas. El rating que todo lo corrompe. «Me trata fatal pero gana 90.000 euros».
Los restaurante caros tampoco son de fiar. El enredo allí viene por racionalización, la historia de éxito delante del espejo. Después de pagar 300 euros por comer humo, te convences que ha sido una experiencia única. Al cerebro humano no le gustan las contradicciones. Subes una sonrisa en redes y te vas a la cama contándote que fue la repera. Esa será la nueva realidad después de repetirlo diez veces. Todos tus recuerdos son mentirosos. Los sitios interesantes están siempre polarizados. La jefa de sala del Wakasa, mi japonés favorito de Barcelona, no es simpática, pero sus correcciones en el uso de los palillos no empeoran, sino que refuerzan, mi experiencia de comer en una verdadera izakaya. Ese tono, sin embargo, no gusta a todos los clientes. Las reseñas con valoraciones de una y cinco estrellas empeoran su media. Me gustan las personas que despiertan amor y odio. Me gustan los negocios con haters. Esa valoración estrella solitaria es la ventaja competitiva no replicable, esos tuits criticándote son tu muro infranqueable. Pueden copiarte el producto pero nunca podrán robarte el odio que generaste. El community manager de Ryanair lo capitaliza magistralmente y la campaña le sale gratis. Si hay una regla en viralidad es que nunca te quedes en medio.
Sesgo de selección
El problema es que agregamos las opiniones de auténticos retrasados. El voto de Sostres vale lo mismo que el de Sézar Blue y por eso fracasa la democracia. La muestra de Tripadvisor no es por supuesto aleatoria. El rating viene sesgado por la tipología de sus usuarios, personas que participan en el grupo de WhatsApp del cole, convencidas que todas sus opiniones merecen ser escuchadas. Hablo de gente que trata con aires de superioridad al camarero, que siendo tan pequeños en casa tienen que ir a un restaurante para sentirse alguien. Sin embargo, no todo es negativo en Tripadvisor. Para mí es un complemento útil para validar una intuición. El problema lo tendría si solo me fijara en la nota media. Nosedive es un capítulo de Black mirror en el que las personas compiten por una valoración después de cada interacción. Eso ya ocurre y se llama Instagram. Desconozco por qué alguien en su sano juicio querrá jugar ese juego.
El problema va más allá de las reseñas. Si siempre abres Google Maps ya nada puede sorprenderte. El guión hace el viaje aburrido, sin la tensión de la incertidumbre no existe satisfacción pura, en la optimización de las vacaciones te cargas la posibilidad del descubrimiento. La oportunidad no aparece en guías alternativas, no ocupa el primer puesto en un ranking por todos visible. La oportunidad es revelada cuando abrazas la serendipia. Yo escucho con la curiosidad del niño, distrayéndome filtro la información que merece la pena. El descubrimiento llega entonces por accidente, en una conversación desenfadada con el conserje. El punto clave, que muchos no comprenden, es que el proceso no puede ser intencional, la pregunta no puede ser explícita. Si le pides un sitio genuino te mandará al bar de los turistas. No quieren más flipados de la Lonely Planet que todo lo pervierten y todo lo gentrifican, que no se define como turistas, sino como viajeros, pero que al final del día visitan los mismos sitios horribles. La oportunidad no está escondida pero tienes que encontrarla. Todos los locales comen allí, pero tienes antes que salirte de la ruta masificada. La oportunidad es reconocible a posteriori, es incluso obvia, una vez la tienes delante. La única manera de llegar es haciendo el flâneur, paseando sin propósito por callejuelas no asfaltadas. Así funciona la vida. Solo perdiéndote encuentras lo que estás buscando.
Joan Tubau — Kapital
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K101. Luis Martín Cabiedes & Boro Mas. Gracias por dudar.
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