El mapa no es el territorio
Los sentimientos, aunque siempre verdaderos, son con frecuencia ignorados. Mi amigo Joan Aicart me manda este texto del economista y humanista E.F. Schumacher.
Hace algunos años durante un viaje a Leningrado, actual San Petersburgo, consulté un mapa para saber dónde me encontraba pero no pude averiguarlo. Veía a mi alrededor varias iglesias monumentales que en el plano no aparecían por ninguna parte. Cuando al fin vino a ayudarme un intérprete, me dijo: «Aquí no ponemos las iglesias en los mapas». Yo lo desmentí indicándole una que había claramente dibujada. «Eso es un museo, no lo que nosotros llamamos una iglesia. Estas no aparecen en los mapas». Pensé que no era la primera vez que me entregaban un mapa en el que no aparecían muchas de las cosas que tenía ante mis ojos. En el transcurso de los años que pasé en la escuela y en la universidad, me habían dado mapas de la vida y del conocimiento en los que apenas había rastro de muchas de las cosas que más me interesaban y que, a mi juicio, eran de la mayor importancia para orientarme en la vida. Durante largo tiempo mi perplejidad fue total y ningún intérprete acudió en mi ayuda. Hasta que dejé de dudar de la cordura de mis percepciones y, por el contrario, comencé a dudar de la veracidad de los mapas.
El geógrafo
En su periplo por el espacio el principito visita el planeta de un geógrafo. Ese extraño hombre conoce todos las montañas, los valles y los ríos pero cuando el principito le pregunta por su montaña, su valle y su río favorito no encuentra una respuesta. «Yo soy geógrafo, no explorador». Tiene documentados, primero a lápiz y después a tinta, todos los accidentes geográficos de la galaxia, pero él nunca sale de su despacho, no tiene tiempo para excursiones, su tarea es demasiado importante. Eso mismo ocurre con los adultos. Lo sabemos todo de la vida para así no tener que vivirla. Los niños nada saben y sin descanso investigan. Saint-Exupéry nos recuerda que el conocimiento científico es una quimera y que solo existen las palabras efímeras y sinceras. Una guía para los perplejos es la crítica de Schumacher a la racional sociedad moderna, que renunció a la bella incertidumbre de la intuición a cambio de la aburrida certeza de la razón. Una sociedad que idolatra los registros, que racionaliza la mentira para no confrontar al político. Amamos la abstracción porque en ella la verdad poseemos. Nada más lejos. Los lugares más bellos de Roma no figuran en los mapas. Todo símbolo pervierte la experiencia. Cuando surge un conflicto y la representación del territorio no coincide con la realidad percibida, dudamos primero del instinto. Schumacher había ya escrito Lo pequeño es hermoso, un librito sobre las decisiones personales. Lo mejor es el subtítulo: Un estudio de la economía como si la gente tuviera importancia. Creyente tecnológico en sus años de juventud, Schumacher terminaría cuestionándose la idea misma del progreso, planteamiento compartido por todos los hombres sabios. Su intuición se confirmaría en un viaje a Birmania: los recursos son escasos pero el problema es el avaricioso humano. Anticipó la crisis ecológica de los señores con traje y corbata y su legado gana importancia cada día que pasa. El PIB no refleja el inminente desastre. La iglesia es una iglesia aunque no aparezca en el mapa.
Las escuelas construyen ciudadanos dóciles y obedientes. Incorporan suficientes estructuras para que nunca más levantes la cabeza, eliminando los valores clásicos, reforzando la ideología del cordero. Años y años memorizando los más estúpidos teoremas. Los mejores, los más sumisos, serán recompensados con un cargo vitalicio en el consejo de la tribu. Se comprarán entonces un sombrero de copa para señalizar su posición ridícula. Yo cuestiono, con un enorme coste personal, los arbitrarios símbolos. Cuando mengua la convicción y flaquean las fuerzas, me refugio en las palabras de Tolkien en la travesía del anillo. «Not all those who wander are lost». No todos los que deambulan andan perdidos. Recupero la energía y retomo la senda de verdad y misterio. Las oportunidades aparecen para el viajante que decide sobre la marcha su próximo destino. Las oportunidades aparecen fuera de las órdenes directas y los planes de carrera. Moverme por instinto es mi ventaja comparativa en este aburrido y racional mundo corporativo. Las oportunidades aparecen cuando te estás divirtiendo. Hasta que dejé de dudar de la cordura de mis percepciones y comencé a dudar de la veracidad de los mapas. El corazón nunca miente. Allí se esconden las respuestas.
Joan Tubau — Kapital
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