La costa amalfitana
No vayas a Positano. Todas las fotos salen bonitas en el lugar más horrible que jamás yo he visitado. Te regalo los filtros, las pastillas y los posados. Te regalo las vacaciones en ese terrorífico decorado. La vida es un infierno cuando, estando todo guionizado, un leve desajuste compromete el siguiente acto. Georgina es frágil. El padre Raggio es robusto. Antoño es antifrágil. Atrapada en su historia de éxito, en un scroll infinito de comparación y frustración que terminará destrozándola, la influencer mantiene la sonrisa quirúrgica aunque por dentro se caiga a pedazos. Lo siguiente en caer será su cara. Una joven leona tomará por sorpresa la manada y que no sepa cuándo ocurrirá, pero que de ello tenga certeza, hace la existencia miserable. Sentada en el trono espera el fatal desenlace. Lo peor de la vida perfecta es que nunca puedes bajar la guardia. No se te permite insultar al troll, no se te permite rascarte el trasero, no se te permite mostrar el vacío del alma. Positano es el sitio en el que martirizarte. Que tengas encima que sonreír lo hace para mí insoportable. Huí de ese manicomio y encontré en Puglia la tranquilidad que anhelaba. La costa amalfitana es bonita de lejos y grosera de cerca. Puglia es todo lo contrario. Allí la gente muestra lo que es, no proyecta lo que nunca fue necesario. La felicidad se esconde en la vida sencilla y desordenada. Los abuelos pescan con camiseta imperio y las abuelas toman la fresca en sillas de plástico. La niña se sube a la Vespa con un vestido rojo desafiante y la madre vigila detrás de la persiana. Se alarga la sobremesa y un padre cuenta la misma historia por quinta vez y aunque un hijo odie ese momento, lo disfruta de corazón porque sabe que un día lo echará en falta. Las familias no son perfectas y por eso las queremos y por eso las cuidamos. Las familias no son perfectas y por eso felices el sainete contemplamos.
Me gusta esta reflexión del filósofo Alain de Botton.
Nunca antes habían sido tan altas las expectativas de los seres humanos. Se nos dice que cualquiera puede lograr lo que sea. Nos hemos librado del sistema de castas. Ahora estamos en un sistema en el que cualquiera puede elevarse a cualquier posición. Y es una idea hermosa en la que no hay jerarquías definidas. Pero si hay una emoción dominante en la sociedad moderna esa es la envidia. Y esa envidia está vinculada al espíritu de igualdad. Sería inusual que alguien tuviera envidia de la reina de Inglaterra. A pesar de ser más rica y tener una casa enorme. La razón por la que no la envidiamos es porque es muy rara. Es demasiado extraña. No podemos identificarnos con ella, porque habla raro y viene de un lugar peculiar. Así que no nos identificamos. Y cuando no te identificas con alguien, no lo envidias. Cuanto más similares son dos personas, mayor es el peligro de la envidia. Es por eso que no deberíamos ir a reuniones de antiguos alumnos, porque no hay punto de referencia más fuerte que los compañeros de escuela. En la sociedad moderna la reunión de antiguos alumnos es con el mundo entero. Todos parecen lo mismo. Y sin embargo no lo son. Existe un espíritu de igualdad combinado con profundas desigualdades, lo que contribuye a esta situación estresante. Quizá es tan improbable que llegues a ser tan rico como Bill Gates como improbable era en el siglo XVII acceder a la jerarquía de la aristocracia francesa. Pero mi punto es que no lo sientes así. Te hacen sentir que si tienes la energía, una idea brillante y un garaje, tú también puedes empezar algo grande. Nos sentimos ansiosos por culpa de la meritocracia.
El mercado es un juego de suma positiva.
El estatus es un juego de suma cero.
Eyes wide shut
Un amigo con un barco es mejor que un barco. La frase no es mía, es del genial Kevin Kelly. Presencié una escena curiosa en el pueblo mallorquín de Portocolom. De un enorme yate se bajó un local vestido con camiseta y abarcas. Justo al lado, desde su pequeña lancha, se lo miraba un turista con ropa de marca. Me gustó la cara del segundo, que observaba descolocado como si de un fallo de Matrix se tratara. Yo quiero vivir allí donde no pueda diferenciar al mileurista del millonario. Tengo la teoría que los isleños no se preocupan tanto por las apariencias. Con aislamiento geográfico se toman las cosas de forma desenfadada. Su negocio consiste en capturar las rentas de los paletos peninsulares. Lo tienen todo estudiado: el del logo grande, gafas de sol Prada, es el mayor pringado. Si vienes del primer mundo, ¿por qué solo tienes de vacaciones dos semanas? Los más ricos son los más endeudados, así funciona el incomprensible sistema español de castas. Para el madrileño no es tan importante la experiencia sino el decir que ha estado. Siempre el mismo perfil engominado, usuario de gastrobares fusión con terraza panorámica. Tres likes en Instagram con la foto de un hummus que no tocaría ni un perro abandonado. Habla del «cielo de Madrid» y yo siempre que llego a Atocha pienso que me estoy perdiendo algo, porque todo lo que veo son nubes grises y ratas volando. El ejecutivo inseguro proyecta en el dinero lo que no supo ganarse con carácter, se valida en el consumo, existe porque gasta. ¿Te has fijado que los outlets están llenos de coches de gama alta? Recuerdo que varios tuiteros respondieron al post del Sandero sacándose una foto con su descapotable de divorciado. Lo bueno de tener personalidad es que te ahorras una pasta.
Eyes wide shut es mi película favorita de Stanley Kubrick. Lo que me gusta del personaje de Tom Cruise es que va completamente perdido en el juego del estatus. La información está escondida y tiene que venir Sydney Pollack a contárselo. No tiene el dinero ni, más importante, la actitud para subir de rango. Lo sabe Boro, lo sabe Nicole y lo sabe todo Manhattan. ¿Cuántos códigos secretos habré yo infringido? Para el que quiera intentarlo, en este loco juego de suma cero, mi único consejo es que ponga la cara. Lanzar el desafío y soltar el primer derechazo. Solo llega el que no titubea, solo gana el que no teme quedarse sin nada. Lo he dicho mil veces: cometer mis errores fue mi ventaja. Yo soy dueño y señor de mis ridículos, yo forjo la senda de la victoria en el fracaso. La vida es fácil si no la complicas pero, por alguna extraña razón, arriesgamos lo que ya tenemos para alcanzar lo que no necesitamos. Tres cosas y solo tres cosas darán sentido a la clase media: una segunda residencia, un crossover alemán y entradas para la Caja Mágica. Conseguirlo les dará acceso al codiciado título de clase media-alta. Nada ha cambiado: son los mismos desgraciados, ahora con más deudas con el banco. Una vez lleguen, si es que llegan, descubren que trabajando se perdieron lo bonito del viaje. Ya sin un sueño pero con muchas propiedades. Te pasas la vida persiguiendo riquezas y enfermo en la cama te das cuenta que no era el dinero, ni tampoco la fama. Yo, si quisiera tener a la gente controlada, les diría que la promoción se la lleva el que más trabaja, les diría que nunca se conformaran, les diría que cada voto cuenta, les diría que en el crédito buscaran oportunidades. El oro se esconde al final del arcoíris. Cuando encuentres el caldero serás feliz. El día siguiente la palmas.
Joan Tubau — Kapital
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