Los valores de Mourinho (1)
Los años salvajes de Mourinho en el Madrid.
Tratado de ética. Segunda parte.
En el país de los mediocres, llega un sabio con un mensaje de esperanza. Aires de libertad en su aldea rebelde. Corta cabezas entre los intocables del régimen y todos contemplamos atónitos el esplendoroso incendio. Los principios anacrónicos del Bernabéu son objetivo secundario, la España mística de Campofrío es el enemigo. Florentino no cede a las presiones de los reaccionarios y las flores brotan en primavera. El señorío, falso pretexto feudal de los contrarrevolucionarios blancos, es bandera negacionista. Pero señorío es morir en el campo. Inteligencia, nobleza y compromiso determinarán el destino de la nación. Si, a pesar de todo, el Madrid cae en la lluvia de Old Trafford, once gladiadores habrán muerto en tierras de la Reina. Recluta a mercenarios que, independientemente de lo que hicieron ayer, piensen en lo que harán mañana. Niega el saludo a los traidores, porque suya será la derrota y la victoria. Si algo hunde esta nación es esta cobardía. El presidente busca consensos cuando lo que se necesita es un líder fuerte que luche con convicción, enfrentarse al pueblo para proteger al individuo, prohibir los sindicatos y el prófugo a prisión. José y Mariano. Ambos son poderosos, pero uno tiembla cuando la masa murmura. Ambos son libres, pero uno evade la ya inevitable confrontación.
La búsqueda de la verdad sin importar el precio a pagar por ella, la excelencia como única alabanza a Dios. «My four little children will one day live in a nation where they will not be judged by the color of their skin but by the content of their character». Pero los caciques gestionaban el vestuario, los periodistas decidían la alineación. Roncero era feliz controlando desde la sombra. Mourinho impugnó: «Tomás, nunca serás una bailarina». El mundo es cruel, no todas las niñas llegan al ballet de Moscú. Los periodistas diseñaron su resistencia. Primero las raíces familiares («no entiende el madridismo»), después los orígenes profesionales («nunca jugó al a fútbol»). Respondieron con provincianismo los embajadores contra el racismo. Cazorla de mediocentro y Míchel de entrenador. París cayó sin entender la globalización y Asia resurge en el corazón financiero de Singapur. Los franceses conservan el chovinismo que quebrantó el imperio de Napoleón. Llegaría la envidia, respuesta de los grises al éxito de los creadores, pero the Special One callaría, consciente que el silencio es la más dulce de las venganzas. Recuerden el día en el que la voluntad de un rey derrocó la tiranía del pueblo. Sin miedo al futuro y con la Décima en Londres, con su media sonrisa burlona, afirmará con la conciencia tranquila: «He aquí un hombre libre».
Joan Tubau — Kapital