Los valores de Mourinho (2)
Laporta, haz que pase.
El mundo puede dividirse entre hombres que pelean y hombres que huyen. José Mourinho pertenece al primer grupo, quienes no desaprovechan una trifulca de bar. Monos con un par de cojones, monos con un código. Omar lo tenía. Carcetti no. Hablamos de líneas infranqueables: la novia de un amigo, la deuda de un extraño. En medio del valle de la desesperación, el código —tu código— es la única esperanza. Sin él, sucumbirás a la tentación: seguir al rebaño y olvidarte de la decisión. Si el error es colectivo, no existe deuda ni obligación. Las ovejas sufren varapalos pero la culpa es del político o del banquero. O de las medidas de la Barbie, para la solterona que desayuna un Tigretón. Vidas sin propósito, vidas sin vigor. Pagar la boda de la niña y esperar la jubilación. Nadie recordará tu nombre. Tampoco cobrarás tu puta pensión.
El portugués escogió a Diego López, no evadió su confrontación. Llegaron hienas y carroña, tipos que humillan a mendigos hablando de ética y compasión, pero la caída no era una cuestión de aptitud, el capitán fue desterrado por conspirar contra el emperador. Flandes, Hanói, Fallujah, sagrada lealtad en el campo de batalla. Mourinho, el hijo de puta que murió por su Madrid, exhibió la cabeza del traidor: «Puedo ganarte esta guerra con once soldados leales y un código basado en el honor». Decisiones rápidas e intuitivas, la duda es un lujo de la civilización. Sobrevivieron cromañones simples y honestos, los que resolvieron los problemas con violencia y determinación. No huele a rata con la nariz rota. Ellas no pueden entender la camaradería porque nunca mataron al sable, no conocen el vínculo del cazador. Su mecanismo evolutivo es más complejo: triquiñuelas, rumores y control emocional. Si los hombres son un partido de rugby, las mujeres son una novela francesa. Otro concepto de la amistad. No quiero entrar en valoraciones. Pero claramente peor.
Veni, vidi, vici. Mourinho conquista hoy el corazón de los valerosos pero los bárbaros enviarán nuevas tropas, suena un tal Míchel de entrenador. Todos morimos y todo se olvida, no hay cielo ni infierno, no existe salvación. Pero mañana juega un obrero gallego, el representante de un país que quiere prosperar, a pesar de corruptos y mafiosos, con talento y ambición. Diego López y la España meritocrática, Diego López como símbolo de la recuperación. Ochenta mil almas furiosas esperando el fallo, en un ruido ensordecedor. La victoria era el silencio de un estadio, el silencio antes de la rendición. Cuando caiga Roma —siempre arde— prevalecerá la verdad. Todo gran guerrero tiene su exilio: cuidar el huerto, leer los clásicos y contar su historia a los viajantes. Regresaremos ancianos a la Ciudad Eterna, contemplando ruinas y desolación, para recordar que éramos los buenos, para recordar que siempre tuvimos la razón.
Joan Tubau — Kapital