Wanderjahre
En la Europa Central de la Edad Media, los jóvenes artesanos emprendían un viaje de descubrimiento antes de convertirse en maestros. Los aprendices visitaban desconocidas ciudades, confrontaban peligrosas ideas y seducían misteriosas mujeres con la esperanza de hallar su lugar en la sociedad de la época. También estudiaban nuevas técnicas, si les quedaba tiempo. El gremio financiaba la aventura de los chicos con el objetivo que luego transfirieran el conocimiento adquirido en su regreso. El arte y la artesanía crecieron en el rito y los sistemas productivos se enriquecieron de la integración, perfeccionando el siempre enigmático método creativo en el desordenado proceso. Era esa una tradición que siguieron los artesanos y los artistas, los pintores y los herreros. El viaje del aprendiz sería conocido como wanderjahre, los años errantes.
Solo se comprende desde el movimiento. Nadie crece en estático, nada descubres siguiendo las reglas. En la Edad Media o en la actualidad, moviéndote destapas las verdaderas preferencias. Puedes aprender a tocar la guitarra o puedes participar en el absurdo juego del dinero. Lo único que tienes prohibido es quedarte quieto. No quiero engañarte, no será agradable cuando en medio del desierto te preguntes qué mierdas estás haciendo. Espero que sepas disfrutar de ese miserable momento. Allí se esconde la sabiduría del fracaso, la valiosísima información que solo se transmite en el sufrimiento. Encuentras tu respuesta en la carretera, en el momento en el que decidas regresar, sonriendo entonces como un imbécil. ¿Podías resolver el enigma sin generar ese dolor a la persona que más quieres? La verdad del corazón solo se revela huyendo.
Tastaolletes
No me fío de los jóvenes que tienen las cosas claras. No invertiría en un emprendedor que nunca se la haya pegado. Los años errantes son requisito indispensable en la formación del carácter. ¿No sabes lo que quieres? Tómate unos meses recogiendo melones en Australia. Hay más verdad en una solitaria noche en un hostel de mala muerte que en la falsa seguridad de las credenciales, la huida hacia adelante del niño perfecto. Los exámenes son una ilusión pero el sufrimiento es real. En las carreras vocacionales corres el enorme peligro de decepcionarte cuando por fin llegues. El que anda perdido, construyendo desde abajo, elimina ese riesgo. Es una apuesta antifrágil, que en cada error más fuerte se hace. El tastaolletes inicia mil cosas pero nada acaba. Es el suyo un perfil considerado conflictivo, por esa obsesión colectiva en el PIB. Te animaría, en contra de la sociedad, a buscar en el desorden tu inesperada ventaja. No quieres tenerlo todo bajo control, te basta con maximizar exposición y mostrar agallas.
Las distracciones son mi ventaja. En un contexto de gente serie que nunca mira por la ventana, esos imbéciles que presumen de trabajar en el AVE, yo me distraigo con la primera mosca que pasa por delante. Llámalo el timeline de Twitter o el último cómic de El gourmet solitario. Esos despistes, curiosamente, han sido mi diferenciación en un mercado saturado. Cuando luego tengo enfrente a Martín Varsavsky, le pregunto por mis distracciones pasadas. La entrevista es distinta y por ello interesante porque yo me distraje cuando alguien me dijo que me concentrara. Esa es mi marca, mi barrera infranqueable. En las distracciones se generan las ideas originales. Este artículo tenía que salir la semana pasada pero lo publico hoy porque sigo intentando derrotar a Malenia. El texto saldrá cuando tenga que salir. No me gusta la gente disciplinada, la que presume de sacar las cosas en el tiempo estimado. La disciplina no se trabaja, la disciplina se encuentra. La disciplina, como yo la entiendo, es la consecuencia de estar en el lugar adecuado. Por eso se distrae Alicia y por eso te aburre la reunión de producto, porque a nadie le preocupa la tarea asignada. La procrastinación indica que existe una mejor asignación a tu tiempo escaso. Lo perverso sería lo contrario, convencerte que te importan los accionistas de una multinacional sin alma. Busca una vocación en tus distracciones. Ya no tienes que convencerte, si te crees lo que haces. Las demás son estrategias perdedoras. No puedes competir contra el que está jugando.
Joan Tubau — Kapital