Temporada de bodas
Las fábulas se cuentan para que los hijos no cometan los errores de los padres. La princesa Kaguya es la historia de un cortador de bambú y su esposa, que encuentran a una preciosa niña dentro de una planta. Los dos ancianos, agradecidos, deciden adoptarla. A pesar de la austeridad material, la familia disfruta los dulces días de crianza, arropada por la generosidad de su humilde comunidad. La pequeña Kaguya recibe el más tierno amor, el de los padres primerizos, en el dócil sueño de las estaciones en la naturaleza. Transcurre el tiempo y el cortador encuentra una pepita de oro (¡siempre la misma trampa!) y concluye que su hija debe convertirse en princesa. La familia abandona su sencilla cabaña en el bosque y compra un palacio en la ciudad, donde una estricta institutriz educa a Kaguya. Cinco nobles, e incluso el mismo emperador, intentan cortejarla pero ella, que solo quiere ver florecer los cerezos, pospone la decisión. El cuento de la princesa Kaguya es la enésima obra de arte de Ghibli. Takahata, rival de Miyazaki, dibujó con pincel la más memorable escena jamás animada. En ella, la princesa sueña que escapa del palacio en una noche de luna llena, despojándose de los lujosos ropajes, para nunca regresar. Huye hacia el bosque en una frenética carrera, allí donde fue feliz, en la vida simple y genuina, en la vida verdadera.
Todos los problemas tienen su origen en la insinceridad. Kaguya, igual que el principito, nunca entendió el extraño proceder de los humanos. Las bodas modernas entran en la categoría de rituales deshonestos, que esconden la falta de sentido en gastos superfluos. Siento decirte que no termina bien tu materialismo. Correlación positiva entre el tamaño de la piedra y la probabilidad de divorcio. Yo, sin ser superdotado, veo temerario gastarte en una fiesta el salario de un año. «Quiero una cosa sencillita, nada pretenciosa». Traducción: organiza bodorrio con 300 invitados. Tú no tienes 300 amigos, solo eres víctima de la estúpida competición por estatus. ¿Recuerdas a los novios de la nevada? Felices sin el corsé de las expectativas sociales. La restricción del Covid reveló preferencias. Termina la pandemia y regresa la amiga borracha de tu madre. Si no te llamas Carlota Casiraghi, no vistas de largo. Novios únicos y especiales que reciben el mismo paquete enlatado, con la luna de miel a un lugar horrible a muchos kilómetros de distancia. El mayor drama es que acabas de gastarte 50.000 euros por una fiesta que ha sido un coñazo. Siempre las rutinas: los tenderetes, el photocall y la lagrimita. Y la indirecta a la pareja que, con mejor criterio, ha decidido no gastar su dinero en un diamante extraído por niños soldados. La rigidez estropea la fiesta, todo guión (¡incluso si bueno!) elimina la posibilidad de sorpresas. La mejor boda es la más caótica, la que carece de estructura y por ello genera situaciones divertidas y encuentros inesperados. La tuya ha sido un desastre. Te das cuenta que no la quieres y ella llora desconsolada. Raimunda duerme la mona. Disney es el culpable.
Fiestas industriales
El hombre es el único animal avaricioso. Existen animales golosos, animales furiosos, animales lujuriosos, animales soberbios, animales envidiosos y animales perezosos, pero no existen animales avariciosos porque en el reino animal no se atesoran las riquezas. Solo una especie acumula por encima de sus necesidades, no para sobrevivir el invierno, sino para posicionarse por encima de sus hermanos. El hombre pecador, condenado al infierno en la Tierra, sufre entonces el castigo divino de la insatisfacción permanente. Las sociedades prosperan pero el error se repite a lo largo de los siglos: la avaricia frustra la existencia veraz, la única que podría liberarnos del eterno tormento, en el que nunca nada es suficiente. Todos, ricos y pobres, infelices en las expectativas, en la búsqueda de la validación social, que fustiga al campesino feudal y al hipster moderno. La lucha es interior. En Donar nous als nens, antología de Gabriel Ferrater, puede leerse esta reflexión: «Estamos todos abandonados a nuestros propios recursos, y los recursos creados dependen exactamente de nuestra capacidad, de nuestra inteligencia y, después, de lo que la vida haga con nosotros». Debemos librar la batalla a diario, con carácter, honestidad y valentía, esperando siempre ese punto de suerte.
Demófilo dijo que, igual que la ropa pesada dificulta los movimientos del cuerpo, la riqueza dificulta el movimiento del alma. Chris McCandless, en la película Into the wild, llega a una conclusión similar: «No necesito el dinero. Hace que la gente se comporte de forma prudente». Las promesas corporativas corrompen los sueños de juventud, traicionan al intrépido yo de tus 20 años. Quieren que decidas con la cabeza y no con el corazón. El dinero es la trampa del sistema, incluso antes de ganarlo, te resta independencia en el miedo a perderlo. Sé imprevisible en la guerra de guerrillas. Los ataques intuitivos, y por tanto inesperados, son tu ventaja frente al batallón enemigo en este campo de batalla accidentado. Mantener perfil bajo (¡sabia decisión!) te permite maniobrar rápido. La verdadera riqueza está escondida porque la verdadera riqueza es el dinero que no necesitas. El lujo material representa la ausencia de un plan, el Lamborghini solo confirma que vas completamente perdido. La gente fantasea con lo que haría si le tocara la lotería. Yo imagino lo que no haría. No cogería el tren a las 6 de la mañana, no leería informes de consultores, no viajaría a Formentera en agosto. El dinero funciona vía negativa, con un millón de euros te cubres las espaldas. No lo toques, no lo mires, no lo gastes. Hasta el día en el que te mueras. Compra tu libertad con dinero en el banco. Regálasela a tus hijos si son dignos de aprovecharla.
Joan Tubau — Kapital
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