Un patrón oscuro es una interfaz diseñada de forma engañosa.
Las dark patterns priorizan una alternativa del catálogo por encima de las demás. Siguiendo la teoría de la arquitectura de la decisión de Thaler, lo hacen cambiando el orden con el que se exponen los productos o marcando un extra por defecto. Eso no es necesariamente malo, si esa es la opción que más conviene al cliente. El problema es que muchos diseñadores no operan con ética. Los más deshonestos preparan una web que me encamina hacia una configuración que no es la mía. Todo diseño condiciona pero el vendedor tiene la responsabilidad de colocar un producto que será provechoso. Esa es la única manera de llevar un negocio, vendiendo solo aquello que de verdad necesita el cliente. A largo plazo, hacer lo contrario es una estrategia perdedora.
Los patrones oscuros son frecuentes en los productos online. Viajar.com me colocó un seguro que nunca pedí en el último paso del proceso de pago. Poniéndote quisquilloso puedes decirme que tenía que leerme antes la letra pequeña, pero el sentido común dice que no se marca por defecto un seguro de 50 euros. Me los devolvieron cuando protesté pero así no se hacen las cosas. Nunca contratéis con esos estafadores, espero que pronto desaparezcan. LinkedIn es el rey de los patrones oscuros. Cuando detecta mi cuenta en Google, se registra de forma automática, iniciando la infernal secuencia de spam. Tengo la web baneada (¡Short $LNKD!) y tan feliz que vivo. Te lo recomiendo.
La deshonestidad de Substack
Nadie está a salvo en la jungla de internet.
Substack, una empresa que hasta hace poco admiraba, también ha caído en los patrones oscuros. En la cena Kapital del verano, Rouse me dijo que no recibía mis correos desde que se descargó la app. Es una pena que una empresa tan chula como esta haga cochinadas. El editor es una delicia, la distribución es perfecta y la comisión del 10% la veo razonable, incluso la IA que convierte los artículos en audio funciona genial, pero tenían que arruinarlo todo con sus estrategias de conversión. Asesorados por un consultor de McKinsey que nunca ha llevado un negocio, decidieron dejar de mandar el correo a suscriptores míos que lo esperaban. Ese niñato de la Ivy League habló en la reunión de levantar barreras de entrada pero lo que en realidad hacía era perder la confianza de sus creadores. La avaricia rompe el saco, los consultores todo lo estropean. La app de Substack selecciona por defecto la opción Smart notifications porque quieren que pases más tiempo dentro. Eso hará que no recibas mis textos. Para no caer en la dark pattern, marca In email and app y Kapital regresará a tu bandeja.
Si tienes la app debes seguir estos cinco pasos para volver a recibir mis correos:
Los (...) encima de tu foto te llevan a Settings
Notifications
Preferences
Newsletter delivery
Both email and push
Tremendos piratas están hechos esos nerds de Silicon Valley.
Negocios honestos
Nassim Nicholas Taleb dice que los buenos sistemas deben poder sobrevivir a los malos gobernantes. Aunque hablaba de política, la frase es también cierta para el mundo corporativo. Twitter sigue funcionando, a pesar de las malas decisiones del loco de Musk. Y lo mismo pasa con Substack. Tengo especial cariño a las dos plataformas y aunque hagan todo lo posible para que me marche, yo sigo utilizándolas.
Esa es la prueba definitiva que son un excelente producto.
Es alucinante que los directivos no comprendan las ventajas competitivas de sus propias empresas. No solo en las dark patterns Substack me toca los huevos, también me jode que han introducido la opción del follow, pudiendo ahora seguir mis artículos sin nunca darme tu correo. Quieren consolidar ellos una barrera de entrada, a la vez que me quitan la mía. Mi negocio son los correos y si de verdad te gusta este contenido no quiero tu follow, prefiero que te suscribas. Por eso he decidido bloquear a todos los que me sigan aquí sin darme el correo. ¿Substack, quién es ahora el listo? Pírate ya Chris Best. Me tienen harto los directivos y consultores sin skin in the game. Utilizando el lenguaje de Raul Gil, que se cargan las ventajas de los negocios honestos.
Joan Tubau — Kapital