No leo libros de productividad. Antes leería el manual del frigorífico. He abandonado los dos últimos que he intentado: Deep work de Cal Newport y Atomic habits de James Clear. No me gustan los libros que venden motivación barata para sacar adelante metas imposibles. El punto de partida es estúpido, la secuencia funciona al revés: te atascaste porque no deberías estar aquí, serás productivo cuando el proyecto te interese. Como yo lo entiendo, la pregunta no es cómo ser productivo, sino dónde tiene sentido serlo. Por mi experiencia, cuando encuentro algo que me llama, la productividad viene detrás, es la consecuencia. El reto entonces no es hallar la motivación, el reto es encontrar un proyecto que me interese. Si no estoy siendo productivo no busco sistemas en un libro, me pregunto antes si me importa lo que estoy haciendo. La productividad como señal que voy en la dirección correcta. Del sistema me canso al primer bache. Solo el propósito es sostenible en el tiempo. La perversidad de esos libros es que te hacen bueno en un escenario en el que no quieres verte. Mi pregunta es simple y espinosa: ¿en qué estás gastando tu escaso tiempo? Responde con sinceridad y te garantizo que tu productividad subirá mágicamente.
Me da pereza la productividad como objetivo. Esa gente que se levanta a las 5 creyendo sacar una ventaja. Yo me levanto a las 10 y me tomo un café leyendo el periódico. Mi obsesión no es hacer burpees antes de que salga el sol. Mi obsesión es darme posición para perseguir opciones. El éxito no es cuestión de esfuerzo o perseverancia, sino del número de oportunidades que pueda darme y la determinación con la que vaya a por ellas. No me preocupa la disciplina, solo quiero proteger mi libertad de movimientos, con dinero en el banco y el control de mi agenda. Nunca tuve disciplina en la escuela o en el trabajo pero mi productividad en Kapital es máxima. La obsesión que siento por este proyecto hará que, cueste lo que cueste, lo saque adelante. Yo te digo que busques el tuyo y que dejes de leer esas gilipolleces de los americanos. Si hubiera seguido la pseudopsicología de James Clear, lo habría dejado en el segundo podcast. Las métricas no salían, mejor dedicar mi tiempo a tareas con un retorno claro. La diferenciación se esconde en aquello que no es eficiente. Si puedes explicar la jugada significa que otros podrán copiártela. El salto de fe es y siempre será la única ventaja sostenible. Nietzsche, en este sentido, es el psicólogo que más me ha ayudado.
Amor fati
El eterno retorno es el modelo mental definitivo.
Este es el famoso fragmento en La gaya ciencia.
Qué pasaría si un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en tu soledad más solitaria y te dijese: «Esta vida, tal como la vives ahora y tal como la has vivido, tendrás que vivirla no solo una sino incontables veces, y en ella nunca acontecerá nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer y cada pensamiento y cada suspiro y cada cosa indeciblemente pequeña y grande de tu vida deberá retornar a ti, y todo en el mismo orden y sucesión —y así también esta araña y este claro de luna entre los árboles y también este instante y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia dará la vuelta una y otra vez —¡y tú con ella, minúsculo polvo en el polvo!» ¿Acaso te lanzarías al suelo rechinando los dientes y maldecirías al demonio que te hablara de esa forma? ¿O habrás vivido un instante extraordinario, en el que hubieras podido responderle: «¡Eres un Dios y nunca he oído algo más divino!» Cuando un pensamiento así se apoderase de ti, te metamorfosearía, tal como eres, o tal vez te trituraría. ¡La pregunta sobre cualquier cosa ‘¿quieres esto otra vez y aún innumerables veces?’ se impondría sobre tu actuar como el peso más pesado! O, podríamos preguntarnos, ¿qué tan bien dispuesto debes estar hacia ti mismo y hacia la vida para no desear ninguna otra cosa que no sea esta última, eterna confirmación, este sello?
¿Cómo vivirías tu vida si se repitiera en el infinito, una y un millón de veces?
Toni Llàcer compartía esta fantástica reflexión en su libro Descubrir la filosofía.
Toda la filosofía de Nietzsche es en el fondo una ética, es decir, un conjunto de reflexiones que tiene como objetivo último promover un determinado ethos o manera de estar en el mundo. Así, más que como una teoría cosmológica confusa, el eterno retorno debe interpretarse como una teoría ética que prescribe con claridad cierta actitud vital. El nuevo imperativo puede expresarse del siguiente modo: cualquier cosa que quieras, quiérela de tal modo que seas capaz de querer también su eterno retorno. El eterno retorno como imperativo es una prueba o criterio de selección. En su búsqueda de espíritus afines, Zaratustra nos pregunta: ¿sois capaces de vivir cada instante mientras cargáis con el peso de la eternidad? ¿Estáis dispuestos a experimentar infinitas veces cada una de las alegrías y las penas de esta vida? ¿Podéis dar un sí definitivo a todas las vivencias y las circunstancias, elegidas o impuestas, que forjan vuestra existencia? Pero no se trata únicamente de un test de resistencia o fortaleza. Zaratustra no reivindica la resignación cristiana («qué le vamos a hacer», «así lo ha querido el Señor»), ni tampoco la imperturbabilidad del estoicismo («nada podrá alterar mi paz interior»). La cuestión no es solo ser capaz de soportar la carga de la eterna repetición de cada instante, sino llegar a quererla o desearla. El desafío consiste, propiamente, en poder amar semejante carga. Esta es la noción nietzscheana de amor fati o amor al destino (fatum, en latín). Querer que todo sea tal como es: «No querer que nada sea distinto ni en el pasado ni el futuro ni por toda la eternidad». El imperativo del eterno retorno nos prescribe bendecir la vida con todas sus contradicciones, santificar el caos universal. Nada es superfluo. Todas las cosas son igual de valiosas. El mundo entero es objeto de nuestro amor incondicional. La cruda realidad nos embriaga.
La vida ya es suficientemente jodida como para buscarle un sentido, preguntándote qué hacer con ella. Nietzsche te dice que no lo compliques, que viviéndola con plenitud hallarás el propósito. Uno tiene que desear su eterno retorno, porque todo lo que somos es todo lo que queremos. Nietzsche desata un querer absoluto, trascendental. Si tus acciones se repiten en un tiempo circular, ya no hay lugar para las pequeñas cobardías. El eterno retorno te libera de las cargas innecesarias y los medios compromisos, viviendo con todo lo que tienes. Tu problema no se resuelve con un libro de aeropuerto. Necesitas droga más dura, yo te receto un tratado de Nietzsche.
Joan Tubau — Kapital