Los millennials compran el FIRE. El acrónimo de Financial Independence, Retire Early, traducido al español por Independencia Financiera, Retiro Temprano, gana popularidad en una generación que cuestiona la máxima de vivir por el trabajo, ni quiere definirse en el cargo corporativo que les fue asignado. La jornada laboral presenta un enorme coste de oportunidad, las 40 horas que te roba todas las semanas, y el FIRE promete una salida válida. Para que funcione, eso sí, debes antes garantizarte ingresos altos.
Los números del FIRE no salen con un salario de dos mil euros. Dicen que el secreto del interés compuesto consiste en nunca interrumpir el proceso. La vida, sin embargo, esconde sorpresas: un coche que se estropea, una fábrica que cierra o un padre que se rompe la cadera. El mercado de valores, por complicar más las cosas, crashea cuando menos te lo esperas. Con un poco de suerte, tu ahorro a los 65 cubrirá la pensión que no te pague el gobierno. Eso es todo. De lo que hablamos entonces es de la jubilación de toda la vida. No le llames libertad financiera a dejar de trabajar unos días antes de que te mueras. Si lo que quieres es retirarte joven tu opción pasa por hacer saltar la banca. El movimiento FIRE tiene sentido entre ingenieros de California, no entre auditores que comparten piso en Malasaña. Los salarios y la tributación hacen imposible dejarlo pronto en España. Tu productividad no es mala, los emigrantes consiguen buenas remuneraciones, pero este ineficiente mercado nacional te está matando. No te retiras joven ahorrando como una rata. Te retiras joven capitalizando un buen trabajo. David Bisbal es financieramente independiente, no por guardar un poquito todos los meses, sino por petarlo en un concurso de la tele. ¿Quieres ser libre? Olvídate de los indexados y vende un millón de discos. Tú objetivo es generar nuevas rentas, no crear huchas de redondeo en las que meter tus céntimos. No son los gastos, son los ingresos. El problema de la juventud española no es la falta de ahorro, son los salarios de mierda. Los absurdos impuestos sobre el trabajo, que defiende la izquierda, perpetúan las diferencias. Los rentistas, que controlan el capital, se descojonan del mileurista que compra el discurso del esfuerzo. Te hablan de meritocracia porque te llevas la promoción pero nunca ganarás el juego. Yo si fuera rico votaría a Podemos.
Carpe diem racional
No puedes ganar si las cartas están marcadas. Demográficamente, en este corrupto sistema de la democracia, los millennials estamos jodidos. El boomer decide el reparto. Son tres las opciones disponibles: luchar, huir o consumir. Organizar la disidencia, cruzar la frontera o vivir el momento. Descarto por razones obvias la primera y trabajo incesantemente hacia la segunda. La frontera andorrana, por suerte, queda cerca. La mayoría de mis colegas, de forma racional, eligió la tercera. Los boomers critican a los jóvenes por gastarse lo que no tienen, sin darse cuenta que no les dejaron otra salida. ¿Por qué invertir en capital humano si todos terminaremos cobrando lo mismo? El sistema desincentiva las apuestas profesionales, penalizando el trabajo y el ahorro y subsidiando el despilfarro y la holgazanería. El profesor Bastos mencionó el curioso caso de la hiperinflación alemana de los 20. Los ahorradores lo perdieron todo y los vividores encima se rieron. Los valores de la época condicionan nuestras acciones. Si los tipos son bajos, la gente se endeuda con hipotecas variables. El que fue previsor y contrató la fija pagará por partida doble. Ayuso rescata al imprudente porque todo lo que sabe del liberalismo lo leyó en los stories de Lacalle. Los boomers y sus secuaces, las ratas millennials que trabajan en sus medios, construyen el discurso oficial de la juventud irresponsable. Enric Juliana quiere seguir hinchándose a gambas. Rise and shine para pagar el salario de Broncano. Nosotros nos lo fundiremos en viajes porque somos pobres pero no imbéciles. El cambio en la preferencia temporal es la inevitable consecuencia de la nefasta política pública. Al no visualizar un futuro, decidimos consumir como si no hubiera un mañana. Por mucho que ahorre, tampoco me llega para la casa. ¿30 años de sacrificio para comprarme un zulo en el extrarradio? Mejor me lo gasto en festivales. Que se jodan los pensionistas, que tribute su puta madre.
El coste de oportunidad del ahorro
El coste de oportunidad es el valor de todas las alternativas. El modelo plantea que, antes de tomar una decisión, incluyas todo aquello a lo que estás renunciando. Ahorrar dinero presenta un coste de oportunidad obvio: no gastártelo. El coste de oportunidad de ahorrar siendo joven son todas las cosas que no podrás hacer de mayor. Por más pasta que tengas luego. Todo lo que te estés hoy perdiendo es un coste de oportunidad: comprarte un coche de segunda mano, irte a Ibiza con los colegas o asistir a la universidad del Mises en Auburn. El coste de oportunidad del ahorro presente será siempre mayor que el retorno incierto de unos intereses futuros. Hay alternativas que solo están disponibles en tus años mozos y la ventana se cierra al salir de la universidad. Bisbal sigue en su universo paralelo: «Es un consejo que yo siempre le estoy dando a mis sobrinos, ojalá tuviera su edad para haber empezado antes». Yo me arrepiento de muchas cosas que hice de joven, pero no invertir en indexados no es una de ellas. Pocas cosas más repelentes que un joven ahorrador. Si tienes 20 años no me seas muermo con el S&P 500. Te lo gastas en fiestas o lo metes al bitcoin, pero no construyas patrimonio con migajas. Ahorrar un salario de verano presenta un coste de oportunidad enorme. La utilidad marginal decreciente del dinero establece que los primeros euros generan la mayor felicidad. Es entonces racional posponer el ahorro si tienes previsto ganar más mañana. Si eres un hater me dirás que la cosa no funciona así, porque es en ese sacrificio temprano cuando se desarrolla la cultura del ahorro. Yo te pregunto qué tal te ha ido a ti, que ya te salieron las canas. Es el chiste del Ferrari.
—Si no hubieras comprado tabaco los últimos 20 años, ahora podrías conducir un Ferrari.
—¿Tú fumas?
—No.
—¿Y dónde está tu Ferrari?
Joan Tubau — Kapital