72 horas en Barcelona
Otium forma parte de los contenidos de Kapital Social. Encontrarás los recursos de esta primera semana en abierto para que puedas entender un poco mejor de qué va esto. Toda la información en este post. Regístrate a la comunidad a través de Substack.
Mañana. Viernes
Empezamos este paseo por el Barrio Gótico. Se acerca el Corpus y la fiesta nos trae el ou com balla, una tradición medieval con un huevo danzante en las fuentes de claustros y palacios. Recuerdo de pequeño contemplar su movimiento eterno y enigmático. Los patios llenos de flores del Museo Marés y la Casa de l’Ardiaca son visita obligada. Entramos en Santa Maria del Mar, más bonita incluso que la propia Catedral, y nos perdemos por las callejuelas del Born y el call jueu. La zona está llena de restaurantes hipster, con zumos detox y humus del Mercadona a 12 euros, pero buscaremos un sitio con comida de verdad. Mi recomendación es el Bacaro. Platos venecianos con productos de La Boqueria. Una pena que ya no esté Juanito en el Pinotxo.
Tarde. Viernes
Tarde de museo. Te doy tres opciones. El MNAC, por su arte románico y por sus obras de finales del XIX, con las impresionantes pinturas de Ramón Casas, Marià Fortuny y Santiago Rusiñol. La Fundació Miró, por sus pájaros solares y por el edificio de su amigo Josep Lluís Sert, quien también diseñaría el taller en Palma. O el Caixaforum, por el colorido mural de Sol LeWitt y por el árbol de acero y cristal de Arata Isozaki. Al salir, nos acercaremos al racionalista Pabellón alemán de Mies van der Rohe.
Noche. Viernes
Pep Manubens nos dejó pero su espíritu permanece en Cal Pep, la mejor barra de la ciudad. La calidad es la misma. Solo echamos de menos sus historias. El passadís del Pep, fundado por su hermano Joan, es también un sitio genuino. ¿Salimos a tomar algo? En este tipo de guía se añadiría ahora un rooftop con vistas. Yo intuyo que por culpa de los americanos horteras y la siempre desagradable combinación de riqueza y chavacanería. Muéstrame cómo gastas el dinero y te diré qué tipo de persona eres. Esa gente tiene además un problema con el alcohol. Necesitan un wine tour para salir de excursión, no saben pasárselo bien si no es bebiendo. Nosotros les civilizamos y ahora nos lo pagan gentrificando. No caeremos, los mediterráneos, en estos ritos salvajes, pero quería solo decir que aunque cobremos los dólares el desprecio sigue siendo máximo. Que me pierdo, ¿dónde estábamos? ¡Ah sí, para tomar algo! La coctelería Boadas es un clásico. También tienes el Ascensor. Si quieres rooftop te vas a Dallas.
Mañana. Sábado
Nos levantamos pronto para visitar Montjuïc. Piérdete en los Jardines de Laribal y encuentra la escondida Font del gat. La Exposición Universal de 1929 y los Juegos Olímpicos de 1992 transformaron la montaña en una ciudad que se proyectaba al mundo con toda su ambición. Barcelona, posa’t guapa. Debe ser bonito vivir pensando que el futuro depara enormes maravillas, aunque luego solo traiga desgracias. Ahora tenemos el escenario opuesto. Una cerveza en el bar Salts, con las famosas fotografías de los trampolines, y seguimos montaña arriba hasta los jardines de Joan Brossa, con los aparatos del estrafalario artista. Llegamos al castillo y contemplamos las vistas al puerto. Bajamos hasta la Barceloneta para comer en La cova fumada. Asegúrate que Josep Maria te tiene apuntado en su lista. Las bombas son el plato estrella de la casa.
Tarde. Sábado
Pequeña ruta modernista. Subiendo por Paseo de Gracia encontramos primero la Casa Batlló y la no menos impresionante Casa Ametller. Más arriba nos espera la Casa Milà, popularmente conocida como La Pedrera. Mención a la réplica del japonés Toyo Ito justo enfrente, un edificio de apartamentos con fachada ondulada. No impresiona tanto como el original pero muestra su respeto por Gaudí. La arquitectura moderna no siempre empeora el paisaje. Visitamos la remodelada Casa Vicenç y finalizamos el trayecto en el Parc Güell, con el imponente dragón y su majestuosa sala hipóstila.
Noche. Sábado
Dos propuestas culturales que por fechas podrían encajarte. El festival Grec, en un precioso anfiteatro al aire libre. Y las óperas del Liceu. Ahora Parsifal en cartel. Cena en la taberna Wakasa, mi japonés favorito de Barcelona. No entras en ese local, con un Doraemon de peluche en la puerta, si no te lo ha recomendado un amigo antes. Lo lleva un matrimonio. Él cocina y ella organiza la sala. No son especialmente simpáticos, ni la decoración ha ganado un premio, ni los platos son instagrameables, pero está todo delicioso. A veces se nos olvida por qué vamos a los restaurantes.
Mañana. Domingo
Visita ¿obligada? a La Sagrada Familia. Sigue sin gustarme la mona de pascua pero le daré una nueva oportunidad. Prometo post en Otium una vez escuche las explicaciones apasionadas de Joan Aicart. Tenemos todavía algo de tiempo para entrar en el complejo modernista del Hospital de Sant Pau, de una época en la que se trataba a los enfermos con respeto. I cap a la Barceloneta de nou. Nos espera la paella de El Cheriff.
Tarde. Domingo
Subimos por la Rambla del Raval hasta llegar al gato de Botero. Plaça dels Ángels, con el feo pero imponente MACBA. Y un mural muy chulo de Keith Haring. El CCCB, justo al lado, monta exposiciones interesantes. Merienda en Granja Viader, local histórico de los inventores del Cacaolat. Yo me pido siempre un suizo y el pastel de queso. Podemos ir de compras, si hacéis esas cosas. Arkham Comics y La Central, en la antigua capilla de la Misericordia. De la tienda del MACBA siempre me llevaría algo.
Noche. Domingo
Despedida en el Gresca, uno de los pocos restaurantes de estrella que no busca timar a los turistas. En mi última cena me pedí cerebro de algo y la cosa estaba deliciosa. Suave paseo hasta Gracia para sentarnos en una de sus plazas y charlar sobre la vida. Por desgracia de los vecinos, las noches de verano se alargan allí de forma indefinida.