Escapar Alcatraz
Nota para los lectores: este será el último artículo en abierto que publicaré en mi Substack en este 2024. Tengo por delante un reto que me asusta y me ilusiona: escribir un libro. He fijado para enero la fecha de entrega. Compartiré con los suscriptores de pago de Kapital Social los capítulos que mande al editor. Espero el feedback de los dos.
Las tres adicciones más perjudiciales son la heroína, los carbohidratos y un sueldo mensual.
Nassim Nicholas Taleb en El lecho de Procusto.
Recuerdo a una jefa que era buena encontrando dobles espacios. Esa era su habilidad. Por eso había estudiado siete años de ingeniería. Le dabas un documento de 300 slides y te lo escaneaba en unos pocos minutos. Sus ojos detectaban, después de muchas horas de entrenamiento, los dobles espacios que podían comprometer la simetría del proyecto. Mi jefa odiaba los dobles espacios, aunque nunca nadie se leyera luego el documento—los directivos solo lo querían para justificar los despidos frente a los accionistas. Un buen PowerPoint era para ella como la Capilla Sixtina. Fue mi primer y último año en consultoría, comprendí rápidamente que ese no era mi sitio.
Elige con cuidado el trabajo que realizas. Porque terminarás siendo bueno en eso. La gente que hace reuniones, será buena organizando reuniones. La gente que gestiona burocracia, será buena implementando burocracia. Y puede que incluso les termine gustando. Al final del día, en las grandes empresas se hace de todo menos trabajo. Cada vez que tengo que presentarles una factura tiemblo por los certificados que me tocará rellenar. ¿De verdad hay gente que lidia con eso a diario? Yo nunca competiría en un juego en el que las reglas no están claras. Porque significa que hay alguien por detrás cocinándolas. Los ganadores fijan los premios y el teatro corporativo favorece a los hijos de la oligarquía. Lo llaman meritocracia pero es el privilegio de toda la vida. Primero en el sistema educativo y después en el mercado. Te hablan del valor del sacrificio los Cayetanos que lo tuvieron siempre todo pagado. Después suben un TikTok contándote los 7 secretos para hacer crecer tu dinero. Déjate de cuentos que yo te lo resumo rápido: fondos ilimitados de papá para seguir pagándose la cocaína. No es envidia lo que siento, es simplemente asco. Este sistema se aguanta haciéndote creer que tienes una opción esforzándote. Es mentira. Tu única opción pasa por dinamitarlo.
Las trampas del sistema
Naval te da la estrategia en cuatro palabras: escape competition through authenticity.
El coste de oportunidad de una nómina, igual que el coste de oportunidad de una deuda, son todas las opciones que no podrás explorar. ¿Cuánto valen 40 horas de tu semana? ¿Cuánto vale que tu jefe te llame un domingo? ¿Cuánto vale que no puedas decir lo que piensas? ¿Cuánto vale que te tengan geolocalizado? Ni por todo el dinero del mundo merece la pena el intercambio. Peter Thiel sabe lo difícil que es escapar Alcatraz. El sistema te quiere dependiente y por eso te empuja a buscarte una nómina, contratar una hipoteca y casarte con el primero que pase en ese preciso momento por delante. «¿La quieres?» No, pero nos conocimos en esa edad en la que las parejas se compran una casa. Los poderosos no podrían controlar a un pueblo autoconsciente y capitalizado, que ahorra para el futuro y que consume lo justo y necesario. Incurrir en una deuda te mantiene sumiso y callado, y es por eso que se fijaron los tipos al 0, para que financiaras las mayores gilipolleces y que en los pagos estuvieras atado. El dinero barato fue el queso de la ratonera. El deseo mimético complica más la huida, si miras en LinkedIn lo que están haciendo tus absurdas amistades. El entorno condiciona las preferencias y si te relacionas con flipados que juegan al golf y que clasifican a la gente en función del dinero que gana, terminarás jugando al golf y clasificando a la gente en función del dinero que gana. Plantéate, cada cierto tiempo, si estás optimizando la métrica adecuada. Plantéate, cada cierto tiempo, si estás rodeado de personas honradas. El dinero puede ser una buena métrica cuando empiezas, pero vigila con mantenerla a medida que vayas progresando. Quizá llegue un punto en el que no necesites más, pero como definiste el éxito como el incremento de tu saldo bancario, ahora no sabes cómo dejarlo. ¿Ganar menos dinero para pasar más tiempo con tus hijos? Consultas la métrica y te sale que esta es la decisión de un fracasado.
Dimitir no es un nombre ruso
El cisne negro me cambió la vida. Pude comprender, gracias a Taleb, que la libertad se ejerce vía negativa, protegiendo tu derecho a la huida. Renunciar es la más difícil y más importante de las decisiones. Quien no sepa dimitir, nunca vivirá tranquilo.
En cierta ocasión recibí uno de esos consejos que te cambian la vida. Mi compañero de estudios en París, Jean-Olivier Tedesco, más tarde novelista, me dijo cuando me disponía a correr para no perder el metro: «Yo no corro para subir a un tren». Desdeñemos el destino. He aprendido a resistirme a correr para seguir cualquier plan preestablecido. Puede parecer un consejo estúpido, pero funciona. En la negativa a correr para subirte a un tren me he dado cuenta del auténtico valor de la elegancia y la estética en la conducta, esa sensación de ostentar el control de mi tiempo, mis planes y mi vida. ¡Perder el tren solo produce frustración a quien corre para cogerlo! Asimismo, no ajustarse a la idea de éxito que los demás esperan de uno solo es doloroso si eso es lo que se anda buscando. Si así lo decide, uno se coloca por encima de la febril competitividad de la vida moderna, la carrera de la rata y de la jerarquía, no fuera de ellas. Dejar un trabajo bien pagado, si es por decisión propia, parecerá más beneficioso que la utilidad del dinero en ello implicado (puede parecer una locura, pero lo he hecho, y funciona). Este es el primer paso hacia el echarle al destino la maldición del estoico. Uno tiene mucho más control de su vida si decide por sí mismo y según su criterio. La madre naturaleza nos ha dado algunos mecanismos de defensa; como en la fábula de Esopo, uno de ellos es nuestra capacidad de considerar que las uvas que no alcanzamos, o que no conseguimos alcanzar, están verdes. Pero resulta aún más gratificante un rechazo y desdén previos agresivamente estoicos. Seamos agresivos; seamos el que dimite, si tenemos agallas para ello. Es más difícil perder en un juego que uno mismo haya planteado. Desde la perspectiva del Cisne Negro, esto significa que estamos expuestos a lo improbable solo si dejamos que este nos controle. Uno siempre controla lo que hace; hagamos, pues, de ello nuestro fin.
Hablemos claro: nunca es fácil dimitir.
Tampoco cuando ganas mucho dinero.
Especialmente cuando ganas mucho dinero.
El dinero te da la opción pero sin coraje no entregas la carta. Por mucho que tengas, al final del día la libertad se conquista con agallas. El dinero por sí solo, si no va acompañado de ese punto de temeridad, no te dará la paz que estás buscando. Algo que he aprendido en estos últimos años es que la valentía es contagiosa. Lo he aprendido escribiendo. Yo soy un cobarde, pero rodeado de mis lectores, en este entorno de Kapital, soy más valiente. Siento que no estoy solo y esto me anima a seguir explorando. Estos textos me recuerdan lo que de verdad es importante. Una vez escrito, mi decisión es más fácil. Espero que tú sientas lo mismo. Pienso, obviamente, en la consultora de los dobles espacios. ¿Seguirá siendo ese trabajo la mejor asignación de su tiempo escaso en la Tierra? Ojalá haya abierto un pequeño hotel rural que sirva con amor los desayunos más fantásticos. Ojalá haya desarrollado la habilidad de pintar acuarelas en el campo. Ojalá haya abandonado esa horrible corporación para educar a unos hijos o cuidar a una madre. Dimitir es un músculo que se entrena. Se fortalece en cada no que das convencido y se atrofia en cada sí que das con desgana. Todas las decisiones cuentan. Cada pequeña valentía te hará más fuerte, cada pequeña cobardía te irá desgastando. Practica el noble arte de dimitir. Asusta de cojones pensarlo, pero solo puedo decirte que merece la pena. No porque lo vayas a conseguir, eso no puedo garantizártelo, sino porque la alternativa es terrorífica. No quieres mañana morirte habiendo desarrollado la habilidad de encontrar dobles espacios.
Joan Tubau — Kapital