Tulipomanía
«Todas las familias felices se parecen pero cada familia infeliz lo es a su manera». Así funcionan los ciclos económicos. Todo período expansivo comparte una euforia desmedida. Toda crisis se desata por un evento inesperado. La avaricia en el crédito barato y el aleteo de una mariposa que desata el caos. Todas las burbujas, desde la Compañía del Misisipi hasta las baterías Nikola, siguen el mismo patrón: subida gradual y crash repentino. Se esfuma en minutos lo que se cocinó a fuego lento durante años. Tu broker te susurra al oído que eres el más listo de la promoción pero el retorno del 25% en 2021 solo igualó el S&P 500. Todos nos creemos genios en mercado alcista. Incluso los genios. Newton perdió su capital en la burbuja de los Mares del Sur. Invirtió allí el patrimonio familiar, doblando la apuesta en plena caída. No tengo el estudio pero estoy convencido que las personas inteligentes caen en la trampa con mayor frecuencia. La falta de humildad les juega una mala pasada, anticipando el comportamiento (¡siempre imprevisible!) de la masa. Sobrevive el escéptico. Si alguien te está vendiendo una acción es porque considera que vale menos de lo que estás pagando. Esa persona estudió en Harvard. Esa persona trabaja en Wall Street. Esa persona tiene información privilegiada. Nadie regala duros a cuatro pesetas, tu abuelo lo entiende mejor que el trader novato. La confianza excesiva es señal de peligro inminente. El inversor, sintiéndose invencible, se apalanca para aprovechar una oportunidad única, hipotecando la casa para comprar $BABA. Cree que a él no le ocurrirá lo que lleva ocurriendo de forma ininterrumpida en los últimos 4.000 años.
La tulipomanía no fue la primera burbuja pero sí la primera registrada. Sucedió en los Países Bajos entre los años 1633 y 1637. El auge económico y la invención de los derivados llevaría a la especulación. Hay anotada una permuta de 40 tulipanes por 100.000 florines. Algunos vendieron sus propiedades para adquirir ejemplares únicos, siendo los jóvenes quienes incurrieron en mayores riesgos. ¿Sounds familiar? Las flores raras, como los monos con pendiente, eran las más preciadas. Luego llegaría la negación, el miedo y la rendición, el inevitable colapso. Las burbujas son un evento tan loco que se precisa registro para explicarlas. Y ni con los números basta. Si no hubiera visto el auge y la caída de NFT te juro que no me creería el precio del tulipán. Pensaría que exagera Mackay en Delirios populares extraordinarios y la locura de las masas. ¿Es el bitcoin el enésimo tulipán? Mi intuición es que tiene valor y por eso holdeo junto al lobo. Que explote la burbuja cripto, igual que ocurrió con la puntocom, no significa el fin del proyecto. El mercado solo expulsa a los niños rata. Todo producto disruptivo atrae a los cutres vendehumos del webinar gratis. Amaina la tormenta y quedan las manos fuertes, las que siempre creyeron en las sagradas escrituras. El tiempo dirá si el bitcoin es antifrágil. Los intercambios humanos resultan fascinantes. Pets.com tuvo anuncio en la Super Bowl y Floki se paseó por Londres en autobús. Por increíble que parezca, un señor holandés de 1637 compró un tulipán esperando vivir en un palacio. Cuatro siglos después, un youtuber andorrano compró una moneda con la cara de un perro esperando conducir un Ferrari. La historia se repite, con un guión más ridículo.
Animales sociales
La teoría de la evolución es elegantemente simple. Quien sobrevive se reproduce y genera descendientes con variaciones genéticas aleatorias. El entorno filtra entonces los ejemplares aptos. No los más fuertes ni inteligentes, sino los que mejor se ajustan al amenazante hábitat. En la Edad de Piedra querías la mínima incertidumbre porque todo podía matarte. Hoy son pocos los peligros pero esa configuración temerosa prevalece. No cambias de trabajo porque el instinto te dice que si sale mal la apuesta te mueres de hambre. O pospones el inevitable divorcio porque sientes el pánico ancestral del invierno. La mayoría decide minimizar exposición en un entorno que permite (¡exige!) mayores riesgos. Quien esté cómodo en la incertidumbre, dispuesto a cometer errores, obtendrá una ventaja. Es difícil luchar contra tu configuración genética. Hace 10.000 años nadie sobrevivía fuera de la tribu y hoy llevamos ese miedo en el ADN. Estamos programados para seguir al rebaño, buscando likes en Instagram, incómodos tomando una decisión a contracorriente. Somos animales sociales que preferimos la certeza de caer con el grupo antes que correr el riesgo de acertar en solitario. Lo contaba Ángel Barahona en Kapital. La estampida es un fenómeno mimético. Dejó a Simba sin padre y al Fidelity Fiduciary Bank sin reservas. La mayor subida en burbuja es en el tramo final, justo antes del crash. La soberbia te lleva a entrar en el pico. El tonto de la clase conduce un BMW y tú no quieres ser menos.
Si eres tan listo, ¿por qué no eres rico?
El inversor Cliff Asness define las burbujas como «un precio que ningún escenario futuro puede justificar». El market cap de Tesla llegó al billón en 2021, por encima del agregado de los 10 mayores productores. No justificaría esa valoración ni vendiendo 100 millones de coches en los próximos 10 años. ¿Es una burbuja? No podemos llamarlo así hasta que no estalle. El mercado es un proceso dinámico en el que un evento presente condiciona las probabilidades futuras. Los heroicos especuladores, jugándose la piel y el capital, se encargan de poner a sitio a las empresas fraudulentas y a los gobiernos endeudados. Deberíamos subsidiar unas transacciones que sanean la economía. Su riesgo personal es real en un mercado que «puede permanecer irracional más tiempo del que tú puedes mantenerte solvente». Aunque la irracionalidad suele protagonizarla el individuo, no el colectivo. El maestro Taleb escribió que «cuando alguien te dice que está invirtiendo a largo plazo en realidad quiere decir que está perdiendo dinero». La gente normal suele estar jodida en mercado bajista. Excepto el tuitero. El tuitero está contento porque ‘compra de rebajas’. Lleva 6 meses con el ‘buy the dip’ y ya se ha quedado sin pasta. A toro pasado, Matt Damon era señal de venta. Si lo que tradeas son shitcoins la fortuna no favorece a los audaces. Allí solo vale la teoría del más tonto. Te queda convencer al del BMW que Luna es la moneda del futuro.
El rebaño ofrece una falsa sensación de seguridad. Tienes dos estrategias para proteger tu cartera de los instintos animales: invertir a largo plazo o hacer market timing, apostando en contra del sentimiento mayoritario. Yo recomiendo ir con la primera, aunque suelo caer en la tentación de la segunda. Miguel Ángel Lopez Mendo decía que cuando vieras niñatos con Lamborghini y chicas con minifalda vendieras todas las acciones. La señal de entrada, con reformas serias, serían las calles ardiendo y la sangre corriendo por los adoquines. No recuerdo si eso último era suyo o yo he dramatizado la frase después de leer al loco de Dostoievski. La teoría de López Mendo es divertida pero me temo que no te harás rico contando descapotables. Esperar con cash es contraintuitivo, no es fácil mantener el dinero en cuenta con el IPC subiendo un 10%. Míralo desde el coste de oportunidad. Quien entró en cripto como hedge contra la inflación ya palma un 40%. El efectivo te permite mañana comprar barato. Si no quieres complicarte la vida invierte a largo plazo, automatizando la aportación a Indexa Capital. Si hubiera entrado en Nasdaq en marzo de 2000, en la cresta de la ola, seguiría siendo buena inversión. Sacaba un excelente por tres porque, en palabras de Buffett, «la bolsa transfiere dinero del impaciente al paciente». Cuando la tecnología es revolucionaria no hay riesgo de burbuja con foco a 20 años. En el futuro, el máximo actual del bitcoin sigue percibiéndose como una ganga. El mercado es más peligroso cuando más seguro parece. El mercado es más seguro cuando más peligroso parece. Gestionar esa contradicción permite ganar millones. O dejar a tu familia sin techo.
Joan Tubau — Kapital
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