Pensar rápido, pensar despacio
Daniel Kahneman estudia la construcción de narrativas. Sales tarde del trabajo. Cansado de mil problemas. Hace frío. Tus ojos encuentran un escaparate iluminado. Un abrigo de cuero. 400 euros con un 40% de descuento. Dudas. Lees un cartel publicitario. «Te lo mereces». ¿Lo necesitas? Técnicamente no, en el templado invierno mediterráneo. La decisión, sin embargo, está ya tomada. Desde el mismo instante en el que encontraste la pieza. «Un día es un día». Anticipando un veredicto favorable, el cuerpo libera dopamina. Pagas con tarjeta y sientes algo parecido a la felicidad. Por un breve momento. Llegas a casa. Tu mujer se enfada. «No tenemos dinero para caprichos». No sabes qué responder. Guardas el ticket. Podrías devolverlo. Pero no quieres hacerlo. No quieres recibir más órdenes. Te repites que puedes quedártelo. Ya encontrarás un motivo. El cerebro racionaliza. El corazón decidió 7 segundos antes.
Decidimos emocionalmente para, después, justificarlo racionalmente. La primera decisión, en la calle, suele ser instintiva. La segunda, en casa, racional. La primera acción marca el juicio venidero, la razón está condicionada a la pulsión interna. No corriges por orgullo e incorporas un coste hundido que deberías ignorar por completo. Con la cabeza fría lo que haces es validar la operación, podrías cambiar el abrigo pero no quieres contradecir tu instinto. Todos somos, en mayor o menor grado, víctimas de las narrativas. Si la historia no se ajusta a los pensamientos, no cambias la historia, cambias los pensamientos. Quieres, por encima de todo, un comportamiento coherente con el relato. Y el relato empieza en una primera elección intuitiva.
Piénsatelo dos veces
Kahneman organiza la toma decisiones entre el Sistema 1 y el Sistema 2. El Sistema 1, rápido y emocional, es el decisor instintivo, el yo que actúa sin tú decidirlo. El Sistema 2, lento y calculador, es el decisor racional, la voz dentro de la cabeza. Cuando insultas al árbitro la culpa es del Sistema 1. Cuando piensas si ahorrar dinero quien te habla es el Sistema 2. El Sistema 1 opera en el presente y el Sistema 2 en el futuro. Los dos son necesarios para moverse por el mundo. El sapiens, animal sabio, escoge el que más le conviene, en función del escenario al que se enfrenta. Si paseas por una calle oscura y sientes que algo va mal, el Sistema 1 manda el aviso. Intuye un peligro, real o imaginario, y responde corriendo, sin validar si este existe. Es el Sistema 1, a pesar de los falsos positivos, el que te mantiene con vida. Si, por el contrario, meditas tu próximo viaje, en una aburrida tarde de domingo, es el Sistema 2 quien prepara la ruta.
¿Tiene el Sistema 2 autonomía? ¿O está condicionado al deseo inicial en la tiranía del Sistema 1? La capacidad de corregir, ignorando la reacción en caliente, es señal de inteligencia. La mayoría, sin embargo, seremos esclavos del corazón, metafóricamente hablando—ese órgano no toma decisiones, su única función es bombear la sangre. Todas las emociones se inician en la amígdala, dentro del lóbulo temporal del cerebro. Cuando te enamoras no procesas los datos objetivamente. Aunque es desde fuera evidente que ese chico no te conviene, te avisan tus amigas y te lo repite tu madre, tú solo sabes lo mucho que le quieres. Luego encuentras un motivo (¡cualquiera!) para darle una segunda oportunidad que no se merece. Veremos ese proceso de racionalización en dramáticos casos de maltrato, de una mujer adulta que regresa con una pareja tóxica. La paradoja: no eres libre siguiendo órdenes de tu propio cerebro.
No existe libre albedrío. El grado de independencia es menor que el percibido. Así lo indican los últimos estudios de la neurociencia. En la mayoría de situaciones, el instinto decide antes que intervenga la consciencia. Aproximadamente 7 segundos antes. El Sistema 2 actúa como un portavoz que, de forma ingenua, cree estar influenciando la decisión del presidente. El Sistema 1 estuvo siempre al mando. La consciencia es un engaño de la mente, un mecanismo evolutivo con el que dar mayor consistencia a tus acciones, incrementando, en la convicción de independencia, la probabilidad de supervivencia. La teoría darwiniana habla de mutaciones aleatorias seleccionadas por el entorno. Esa inusual característica (¡la consciencia de individualidad!) presentó resultados satisfactorios y la mutación se extendió rápidamente, otorgándonos una ventaja competitiva frente a las demás especies. Schopenhauer escribió que «cada uno está atrapado tanto en su consciencia como en su propia piel y que vive solo en ella: de ahí que no se le pueda ayudar desde fuera».
Ilusiones ópticas
Los humanos, como producto de la evolución, estamos diseñados para la supervivencia y la reproducción. Todos los programas mentales están configurados para primero sobrevivir y luego reproducirte. Ni felicidad, ni propósito, ni cuentos. Supervivencia y reproducción. Esta es la programación. Cada una de las acciones se procesa desde un cerebro que no describe la realidad, sino que la interpreta, en la optimización de esos objetivos. Las ilusiones ópticas son un bonito ejemplo sobre cómo ajustamos la percepción en función del entorno. Las ilusiones demuestran que no vemos el mundo tal como es sino que lo enmarcamos según el contexto. Las perspectiva y los colores son engaños habituales. El diamante estático parece moverse. Y los tonos azules modifican el color percibido de las fresas. Del mismo modo que existen ilusiones ópticas, podríamos hablar de ilusiones cognitivas, en programas que encuadran la elección en un marco. Daniel Kahneman analizó primero los errores de percepción visual para luego estudiar los errores de decisión. Pensar rápido, pensar despacio es el libro que recoge sus fascinantes estudios en 50 años de investigaciones. Toda una vida en el campo de la psicología. No descubrió nada que no supieran los vendedores de coches de segunda mano, con conocimiento práctico en la ciencia del marketing, pero sus trabajos con Amos Tversky siguen citándose. Deshaciendo errores, la biografía de Michael Lewis, narra una amistad legendaria.
Según Kahneman, el Sistema 1 funciona mediante heurísticas, lo que vendrían a ser atajos para resolver un problema. Una herramienta eficiente cuando existe una restricción de tiempo. Me contaban el dramático caso de un hombre que, después de golpearse la cabeza, perdió la capacidad de tomar decisiones. Pensaba durante cuatro horas si pedir o no el café. El pobre era incapaz de comprometerse, porque quería evaluar y comparar todas las alternativas. El Sistema 1, aunque imperfecto, pulsa el gatillo. Esas heurísticas eran sin duda óptimas para los humanos de la Edad de Piedra pero tú y yo vivimos en un entorno tecnológico y algunos de esos programas podrían considerarse software obsoleto. El Sistema 1 no entiende los intercambios en un mercado globalizado. El Sistema 1 piensa que todos los peligros son mortales y no permite que el Sistema 2 estudie cuál es la opción correcta. Te comportas de forma instintiva y las corporaciones utilizan el bug para venderte a crédito todas esa mierda que no necesitas. ¡Nunca es fácil luchar contra la programación primitiva! No estoy diciendo que no utilices la intuición, solo insinúo que deberías pensártelo dos veces.
Autoconocimiento
No quieres ser indeciso. Tampoco impulsivo. El secreto consiste en responder emocionalmente de forma selectiva, en las situaciones de verdadero riesgo. Hace 10.000 años, en peligro constante, uno debía mover rápido, si no quería ser devorado. También era crucial marcar territorio, para así ganarse el respeto de la tribu. Hoy, en una sociedad moderna, este comportamiento ancestral resulta menos eficiente, pero seguimos observando trifulcas entre simios poseídos en discusiones de tráfico. No respondas al primer instinto. Ya no necesitas pelearte físicamente con un desconocido.
¿Conocer los sesgos evita que caigas en ellos? Siento desilusionarte pero leer el libro de Kahneman no te hace mejor decisor. Esa es la opinión del autor. Todo lo que sus divertidos experimentos pueden darte es cierta popularidad en una fiesta (¡manteniendo conversaciones entretenidas!) y la posibilidad de criticar los errores ajenos con criterio. Desde fuera, los fallos son siempre evidentes. A nivel interno, por el mencionado mecanismo de racionalización, es difícil corregirlo. Los humanos somos fascinantes: identificamos la trampa y seguimos cayendo en ella. Solo funciona la anticipación, los mecanismos de compromiso externo. Atarte al mástil o quemar los barcos. Algo que ya sabían los griegos. Puedo observarlo en mis decisiones de inversión. Sabría recitarte los fundamentos de la estrategia pasiva (diversificar la cartera, automatizar el ahorro y no tocar el dinero hasta la jubilación) pero, por alguna extraña razón, miro en Google cada cinco minutos la cotización. Kahneman sabe que conocer los sesgos no te hace mejor decisor. Simplemente le pondrás nombre al error.
Joan Tubau — Kapital
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