Padre rico, padre pobre
Robert Kiyosaki tuvo dos padres. Ralph Kiyosaki, funcionario educativo, era el padre pobre. Richard Kimi, empresario de la hostelería, el padre rico. Robert le critica dos cosas al padre biológico: que se gastara todo lo que entrara y que tuviera mentalidad conformista. Ambas premisas cuestionables. Es racional consumir cuando tienes ingresos garantizados. Y no es obligatorio acumular capital si con tu nómina cubres necesidades. ¿Más dinero para comprar qué? ¡Activos que generen rentas! Ralph, que tuvo la oportunidad de construir patrimonio, sufriría en la vejez por el dinero malgastado. Eso trastocó al hijo, que le reservaría el rol de villano. Richard Kimi, con visión a largo, representaría el papel contrario. Kimi mantuvo costes bajos y reinvirtió el sobrante. No es lo que ganas, es lo que te queda—después de impuestos. El empresario, un tipo discreto, prefirió nunca revelar su identidad. No falla. El rico de verdad, el de toda la vida, mantiene perfil bajo, mientras el nuevo rico, el acomplejado del Cayenne, llena el depósito con crédito del banco. Probablemente estés leyendo esto desde un iPhone 13 financiado. Como el penitente flagelándose o la esposa de Plataforma que visita el club de sado, te jode que tenga razón y por eso regresas a Kapital. Al pecador le ponen los azotes pero yo sé, y por eso escribo, que tú buscas la salvación de unas cuentas saneadas. Escapar de la pesadilla materialista, en una sociedad enferma que no te juzga por lo eres sino por lo que gastas. Agárrate a la cruz, hermano, Kiyosaki es la luz en la oscuridad, su disciplina es tu libertad en el vía crucis hawaiano. El Señor es misericordioso y compadece al mileurista que cuelga la foto desde un barco alquilado. Él no te juzga por tus compras, él solo mira el flujo de caja.
Padre rico, padre pobre es el manual del buen rentista. Tanto marketing yankee para al final del día contarte lo que ya sabía tu abuelo: que no te gastes lo que no tienes y que inviertas en propiedades. El capítulo 2 resume la filosofía de Kiyosaki, las santas escrituras de las finanzas personales. Suya es la genialidad del flujo de caja. Los activos meten dinero en tu bolsillo y los pasivos te lo quitan. El flujo de caja, la diferencia entre activos y pasivos, es la métrica relevante. No es rico quien vive en una casa con muchas habitaciones, es rico quien presenta flujo de caja positivo. Eso es todo. El padre pobre toma decisiones que empeoran el flujo, incorporando pasivos que exigen nuevos pagos. Y el padre rico toma decisiones que lo mejoran, adquiriendo activos que generan ingresos futuros. El ahorro es parte esencial en la cartera antifrágil, colchón de un año para vivir tranquilo, el dinero en efectivo son balas en la recámara. Cuenta Munger que el secreto de su éxito ha sido una extraña combinación de paciencia y determinación, esperando la mayor parte del tiempo y moviendo de forma agresiva. A pesar de la inflación, el viejo no sufre con los millones aparcados—si luego compra $BABA de rebajas. Información ex ante desconocida será revelada en eventos futuros. El ahorro incrementa opcionalidad, permitiéndote atacar oportunidades laborales. La deuda es mala, para empleados y empleadores, porque reduce el margen de maniobra, te pilla el cisne negro con las manos atadas. Ese es el embrollo del padre pobre, con letras y facturas a final de mes de unos bienes devaluados. Ya lo dejé escrito: el problema de la deuda es un coste de oportunidad, en opciones inexploradas.
Génesis. Capítulo 2. Versículo 8.
La clase media vive en un constante estrés financiero. Los gastos incrementan en proporción al salario, pagando cada vez más impuestos. Aquí la famosa carrera de la rata. Entienden que su casa es su principal inversión, en lugar de comprar activos que generen rentas. La filosofía que un incremento salarial permite un mayor gasto es el fundamento de una sociedad endeudada. La realidad es que sus cuentas no están saneadas, con créditos pendientes, a pesar de seguir subiendo en el trabajo. Su única fuente de ingresos es la nómina. Y cuando aparece una de esas oportunidades que solo ocurre una vez en la vida no podrán aprovecharla, porque están trabajando 80 horas, pagan muchos impuestos y están cargados de deudas.
La carrera de la rata
Los ricos compran activos y los pobres compran pasivos. Entender la naturaleza de tus gastos, identificar si estás adquiriendo un activo o un pasivo, es el 90% del trabajo. Aquí empieza la parte interesante del libro: su crítica a la clase media wannabe clase alta. La frase épica es la siguiente: «La clase media compra pasivos creyendo comprar activos». ¿La tienes memorizada? La repito: «La clase media compra pasivos creyendo comprar activos». No encontrarás mejor diagnóstico. El apartamento en la playa es el ejemplo clásico. Añades una posesión pero los mil gastos recurrentes (impuestos, mantenimiento y seguros) contrarrestan su revalorización. He hecho los números: prefieres dormir en el Ritz. La mala decisión financiera se convierte en una pésima decisión personal, con horarios laborales que solo te permiten disfrutarla los fines de semana, perdiendo el 20% de la vida en atascos. Cuando llega el verano apetece irse lejos pero, para amortizar el coste hundido, esclavo de la propiedad, gastarás tus dos semanas limpiándola. Kiyosaki no desaconseja la segunda residencia, lo que dice es que consolides primero la columna de activos, que no eres rico si sufres por pagarlo.
La libertad financiera son ingresos pasivos mayores que gastos corrientes. Kiyosaki fija esta meta pero tú recorres el camino. ¿Serás paciente en el arduo desierto? El primer millón es el más complicado. Ayer hablaba con uno que se hipotecó por un piso turístico. Llegó el COVID y el Excel a la mierda. El mundo real es problemático, llámale pandemia mundial, inseguridad jurídica o ingleses destrozándote el baño. Se mata un retrasado haciendo balconing y cae la denuncia. Con suerte, si no entran okupas, tendrá su primer activo dentro de 35 años. Una mejor opción, criterio personal, son los side projects. Un buen negocio puede darte las anheladas rentas, pero el libro será peligroso para el que intente forzar la máquina. El capital inicial determina tu suerte. No es lo mismo empezar con un ático en herencia que sin un euro en la banca. La austeridad, si construyes desde abajo, es el único modelo. No es cuestión de tomar buenas decisiones sino de minimizar errores. No intentes ganar al mercado y no ajustes el gasto a las expectativas del vecindario. Psicológicamente es más duro bajar, para arruinar al necio basta con promocionarlo. Decía el dibujito del New Yorker, mirándose su propia mansión: «Es más de lo que puedo pagar y menos de lo que deseo». La sociedad del consumo te mantiene esclavizado, en falsas promesas materiales. Los políticos quieren ciudadanos sumisos y el BCE ofrece los tipos bajos.
El aceite de serpiente
Kiyosaki tiene estética del charlatán pero dice cosas sensatas. Esto descoloca. Su target es la gente que consume motivación barata («sé la mejor versión de ti mismo»). Cubre todos los mercados: los niños juegan al Cashflow 101 y su mujer trata las finanzas en femenino, que consiste en contar lo mismo pintando el banner de rosa. El hawaiano argumenta que el sistema te quiere dependiente y que la escuela te enseña a ser empleado, no empresario. Mentalidad de rico. Yo les llamo flipados. Nadie llega arriba siguiendo las reglas pero, antes de largarte de la universidad, mira los estudios del ponente antiestablishment. Es probable que tenga un MBA en Harvard. El libro con Trump es un hito de la literatura. Eres pobre porque quieres era un mejor título. El hijo de Pablo Isla decía que el problema de los jóvenes es la baja tolerancia al fracaso. Si no hubiera estudiado economía te juro que me unía al partido comunista. Todo gurú genera frustración, porque los problemas no se resuelven con optimismo sino ganando más pasta. Si cobras salario mínimo nada resuelves recortando en Starbucks.
Me gustaría ir al seminario. No por lo que pueda aprender, que es poco, sino por el show que tiene montado. La pizarra con los 4 cuadrados y las charlas de celebrities arruinadas, irónicamente, por los altos costes de sus propiedades. Te cuentan el modelo quienes no supieron implementarlo. Pitbull cubre mejora personal y Sylvester Stallone toca cripto. Amortizas los 900 euros de la entrada en anécdotas legendarias. Kiyosaki se forró siguiendo el método español: comprando casas apalancado. Entró en mercado alcista y ahora habla desde sesgo de supervivencia. El padre rico ofrece mensajes contradictorios y la austeridad es mi libre interpretación del texto sagrado. Al final del día, todo es discutible en finanzas. Mejor poseer el piso (si la oferta de alquiler baja), la segunda residencia tiene sentido (en tiempos de teletrabajo) y el crédito no es malo (con tipos fijos y la inflación disparada). El libro, si ignoras consejos inmobiliarios, es útil en la búsqueda de activos reales y en la contención del gasto. Yo lo he visto desde familia de clase media acomodada, sus ideas pueden liberarte de la sumisa vida en piloto automático. Robert Kiyosaki es el padre del individuo soberano.
Joan Tubau — Kapital
Kapital Podcast
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K8. Dani el Rojo. La racionalidad del criminal.
K9. Selma Ancira. Todas las familias felices.
K10. Manel Berga. El padre rico de Kiyosaki.