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Existen tres y solo tres tipos de personas: los que se definen por el ocio, los que se definen por el trabajo y los que se definen por el gasto. La primera categoría incluye a los niños y a los genios, crean sus propios valores, dándose un sentido en el juego. La segunda categoría incluye a los trabajadores, más o menos motivados, que cuando les preguntan qué hacen con su vida describen responsabilidades laborales. Las charlas pueden ser aburridas o fascinantes, según la tarea, aburrida o fascinante, del indiscreto empleado. Y la tercera categoría incluye a los pretenciosos consumidores, algunos ricos y otros pobres, pero todos miserables, esclavos de las apariencias. Porque uno puede ser feliz con su ocio, incluso en un trabajo honesto, pero nunca nadie encontró un propósito en el dinero. Basta con mirar el Instagram de Bezos.
El principito de Saint-Exupéry nunca comprendió el absurdo proceder humano:
Las personas mayores aman las cifras. Cuando les hablas de un nuevo amigo, no interrogan jamás sobre lo esencial. Nunca se les pasa por la cabeza preguntar: «¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son sus juegos favoritos? ¿Colecciona mariposas?». En cambio suelen preguntar: «¿Qué edad tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?». Solo entonces creen conocerle. Si les cuentas: «He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo», no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: «He visto una casa de cien mil francos». Entonces exclaman: «¡Qué hermosa es!»
Puedes mantener una conversación interesante con alguien que no gasta nada pero difícilmente tendrás una buena conversación con alguien que gasta demasiado. Las red flags son el libro de Ajram, la palabra sinergías y las notificaciones en Apple Watch. No te pregunta cuánto ganas pero sí de qué trabajas, para luego hacer sus cálculos. El timeline perfecto de LinkedIn, la jaula de oro de las expectativas. Explica soporíferas anécdotas laborales y presume de jornada de 80 horas. Las buenas historias, sin embargo, se esconden en viajes improvisados. No me interesa tu MBA, sí la detención en Manila. Carmela Soprano, yonqui del consumo, busca la validación en un par de zapatos. Transmite estatus en absurdas conversaciones. «Pregúntame por mi nuevo Balenciaga, antes de que saque una excusa para enseñártelo». Su única ilusión es la construcción de una casa más grande. Encaja con su esquema del mundo, ella que solo se fija en los gastos. El dinero en el banco, para la esposa del capo, no tiene utilidad, la visibilidad se obtiene invirtiendo en ladrillo. Ignora que la felicidad material presenta fecha de caducidad, las compras físicas no llenan el vacío existencial.
¿Qué haces cuando nadie está mirando? Jesús Salido, en el podcast de Montaigne, reivindica el otium por encima del negotium. La realización personal a través del ocio, sin darle excesiva importancia, más de la que se merece, al trabajo. La fortaleza de Montaigne es la curiosidad de la mente inquieta, con dinero compra independencia. El dinero, bien empleado, te cambia la vida. Puedes incluso tomarlo como KPI, que defiende Boro Mas, pero nunca te definas en él. El peligro es evidente: si todo lo que tienes es dinero, no serás nadie el día que dejes de ganarlo. Los directivos del BOE duermen con miedo al despido. Cuanto más suben, más temen la caída. La ausencia de ahorro, junto al incremento del gasto, es la receta del desastre. Para arruinar al tonto, que dice Taleb, basta con subirle el salario. La sociedad materialista te clasifica por el cargo que ocupas y la pasta dilapidada. Tú decides si ajustarte a la expectativa. Sé valiente en un objetivo sincero y el juego te parecerá ridículo. Quien encuentra un propósito no siente la tentación. Pelear por tu destino no deja tiempo para las rebajas.
Señalización a crédito
Quemar dinero en marcas para decir que has llegado. El ritual social de la clase media-alta. Tú inviertes el 20% del salario en un bolso y los mayas sacrifican una cabra. Las redes sociales, no la pirámide, son el escenario de la representación. Mantén perfil bajo, la discreción es elegancia. Me gusta mi mochila Velasca y quiero convencerme que compro calidad, pero estoy pagando el logo italiano. La señalización informa indirectamente de una característica. En la búsqueda del primer empleo, los 4 años en una buena universidad, aunque no relacionados con la tarea, informan de la valía del candidato. Comprando caro, no importa el producto, construyes el relato. El posicionamiento de Levi’s, en valores contraculturales, desafía la autoridad. El joven aspiracional proyecta autenticidad con vaqueros cosidos por un niño birmano. Queremos creer que hemos evolucionado, pero seguimos instintos animales. Todas las acciones incorporan un porcentaje de señalización. Solo los actos reflejos, como bostezar o rascarte el trasero, son 100% genuinos. Amos Tversky, no preocupado por las opiniones ajenas, nunca señalizaba. La paradoja es que, ignorando la opinión de los demás, desarrolló una excelente reputación. Todo el mundo quería ser su amigo.
Las firmas de lujo conocen la teoría. El tamaño del logo se correlaciona inversamente con el precio, Ralph Lauren segmenta mercado según poder adquisitivo. El primer nivel es el logo grande. El wannabe, adolescente o divorciado, quiere ser visto desde un kilómetro de distancia. Mi consejo es que, si ya has cumplido los 18, no vistas un logo de 15 centímetros. El segundo nivel es el logo pequeño. Táctica de los ricos para identificarse entre ellos. «¿Es un Michael Kors?» «Sí, qué buen ojo, chiqui». Más sutil, pero igual de ridículo. El tercer nivel no lleva logo. El megachad descose el cocodrilo, le gusta la calidad pero no quiere ser anunciante. Las falsificaciones validan la teoría. Los bolsos del top manta son réplicas del Louis Vuitton barato, con el nombre en letras gigantes. La lógica dice que, puestos a falsificar, mejor ir con el caro, el del logo pequeño, pero el target del producto no busca la elegancia, solo la visibilidad en el barrio. El lujo es exclusividad, el Birkin tiene lista de espera de 4 meses. Una escasez artificial, no un problema de suministro, que tentará a la élite sobreendeudada. La clase media, eternamente insatisfecha, siempre un paso por detrás. Cuando por fin pueden permitírselo, un publicista decide que ya no está de moda. No llegan al vestido y compran el accesorio. Les venden el perfume y les dicen que sigan intentándolo.
Selección sexual
Comprar posición en la escala social imaginaria. Las instagrammers son las jefas del psiquiátrico. Darwin, a bordo del Beagle, describió el comportamiento. El origen de las especies es tu manual de marketing. Todo producto de la evolución ha sido moldeado por dos fuerzas: supervivencia y reproducción, en rasgos físicos y psicológicos. Sobresale la característica más fuerte. La cola del pavo real incrementa opciones de reproducción pero disminuye opciones de supervivencia. Es configuración dominante porque procrean antes de ser cazados. Ocurre algo similar con el ejecutivo que elige el Rolex. Y la mujer de zapatos imposibles. En un mercado sexual lleno de trampas. El iPhone se financia a 36 meses y el maquillaje hace milagros. La información no es honesta. Yo entendí la dinámica en el reservado de la discoteca. Esa chica retuiteaba lo de ‘no te lo folles si no tiene libros en casa’ pero la ausencia de tratados de Kant nunca impidió que se bajara las bragas. Prevalece el yo primitivo. Afortunadamente.
El problema del lujo es la selección adversa. El dinero atrae a los pájaros carroñeros. ¿Por qué etiquetarte públicamente en un ranking de ingresos? No parece la mejor estrategia. Si eres pobre no quieres que se sepa. Y si eres rico prefieres esconderlo. En las relaciones de pareja, con hombres o con mujeres, se cometen los grandes errores financieros. ¿Tienes 20 millones en Ethereum? Díselo el día en el que te mueras. No moverte por dinero te permite darte tus propias reglas, te posiciona por encima del juego. La lección de Montaigne es la total indiferencia. Lo extraordinario del francés es que, desde el siglo XVI, te cuenta cómo vivir en la sociedad moderna. Los ensayos cuestionan la asignación de dinero y, más importante, de tiempo. ¿Es ir al centro comercial la mejor alternativa? Si en algo coinciden los abuelos centenarios es que la vida es más corta de lo que parece. Trabaja, persevera y busca una pelea que merezca la pena. Porque un día te mueres. Y no quieres malgastarla comparando descuentos.
Joan Tubau — Kapital
Kapital Podcast
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