«Siempre tuve claro que podía viajar en primera o en tercera, pero no en segunda». Mauricio Wiesenthal comparte en Orient-Express los recuerdos, reales o imaginarios, de un tren legendario. La ruta ferroviaria entre París y Estambul narra la historia del siglo XX, en las aventuras de los diplomáticos, los artistas y los espías que viajaron en los vagones de la Wagons-Lits. Wiesenthal escribe como sueña y entrelaza disparatados relatos alcanzando una conclusión innegociable: no quiere formar parte de una clase media «moralista, aburrida y discreta, fatal para las fantasías de la literatura». El verdadero escritor no juega a empatar, puerta grande o enfermería, Wiesenthal holdea.
La estrategia de la mancuerna refleja esa filosofía vital. El concepto aparece en el libro Antifrágil de mi admirado Nassim Nicholas Taleb. El traductor sustituye la palabra inglesa barbell por haltera. A mí me gusta más el nombre de mancuerna, que escuché en Rafa Ortega. La agresividad de Taleb complementa el entusiasmo de Wiesenthal. Las personas sabias saben cuándo perder el control y cuándo morderse la lengua. Taleb, a pesar de los exabruptos en Twitter, domina sus emociones de forma estratégica, obteniendo el resultado deseado: el temor de sus enemigos. Sus obras son un tratado sobre la gestión de los riesgos. Ningún otro filósofo habla de ese campo de forma más didáctica y entretenida. Tengo mucho que agradecerle a ese hombre. Recuerdo en marzo de 2020, en los primeros días de la pandemia, la gratitud que sentí por las enseñanzas a tiempo. Antifrágil confirmó cosas que misteriosamente ya sabía, puso palabras a mis decisiones intuitivas, validando una estrategia inicial de carrera. Sin ese libro, probablemente hubiera jugado una apuesta distinta. Más conservadora a corto, perdedora a largo. Luego encontré El cisne negro y sus eventos extremos desconocidos, protegiéndome de los malos y regalándome exposición a los buenos. Skin in the game serviría como manual de ética. Los generales espartanos lideraban la ofensiva en su batalla y yo debía cargar con mis riesgos, nunca transferirlos a un tercero. El éxito y el fracaso son dos impostores y Fooled by randomness me enseñó que, a pesar del rol de la suerte, gano opciones convenciéndome que controlo mi destino. Los aforismos de El lecho de Procusto son la guinda, la cirereta, de la colección Incerto.
Empleos escalables
En los libros de Taleb, las ingeniosas teorías se desarrollan con una implementación práctica. Me gusta el caso del alumno de Wharton. Existen dos tipos de trabajos y yo no tenía claro con cuál quedarme. El concepto de la mancuerna resolvería el enigma.
Visto desde la distancia, el consejo más importante resultó ser malo, pero también fue el más trascendente, porque me incitó a profundizar en la dinámica del Cisne Negro. Un alumno de segundo curso de Wharton me dijo que debía escoger una profesión que fuera «escalable», es decir, una profesión en la que no te pagan por horas y, por consiguiente, no estás sometido a las limitaciones de la cantidad de tu trabajo. Algunas profesiones, como la de dentista, consultor o masajista, no se pueden escalar: hay un tope en el número de pacientes o clientes que se pueden atender en un determinado tiempo. La prostituta trabaja por horas y (normalmente) se le paga también por horas. Además, la presencia de uno es (supongo) necesaria para el servicio que presta. Si abrimos un restaurante, a lo máximo que podemos aspirar es a llenar el comedor todos los días (a menos que creemos una franquicia). En estas profesiones, por muy bien pagadas que estén, los ingresos están sometidos a la gravedad: dependen de los esfuerzos continuos de uno, más que de la calidad de sus decisiones. Además, este tipo de trabajo es predecible en gran medida: variará, pero no hasta el punto de hacer que los ingresos de un día sean más importantes que los del resto de nuestra vida. En otras palabras, no estarán impulsados por un Cisne Negro. Otras profesiones permiten añadir ceros a tus resultados (y a tus ingresos), si trabajas bien, con poco o ningún esfuerzo. El escritor, para atraer a un solo lector, realiza el mismo esfuerzo que realizaría si quisiera cautivar a varios cientos de millones. J.K. Rowling, la creadora de Harry Potter, no tiene que escribir de nuevo sus novelas cada vez que alguien quiere leerlas. Pero no le ocurre lo mismo al panadero: este tiene que hacer todas y cada una de las barras de pan para atender a todos y cada uno de los clientes. Si fuese yo quien tuviera que aconsejar, recomendaría escoger una profesión que no fuera escalable. Una profesión escalable es buena solo para quien tiene éxito; son profesiones más competitivas, producen desigualdades monstruosas y son mucho más aleatorias, con disparidades inmensas entre los esfuerzos y las recompensas: unos pocos se pueden llevar una gran parte del pastel, dejando a los demás marginados, aunque no tengan ninguna culpa.
La mancuerna es tu movimiento inteligente si quieres presentar candidatura a un mercado escalable. Así la describe Taleb en el memorable capítulo 11 de Antifrágil.
Todas las soluciones a la incertidumbre son en forma de mancuerna. La mancuerna (una barra con pesas en ambos extremos) está destinada a ilustrar la idea de una combinación en los extremos que mantiene una separación, evitando el medio. Inicialmente utilicé la imagen de la mancuerna para describir la actitud dual de jugar con seguridad (contra los Cisnes Negros negativos) y asumir riesgos pequeños (abiertos a Cisnes Negros positivos), logrando así la antifragilidad. Si coloca el 90 por ciento de sus fondos en activos aburridos (suponiendo que esté protegido de la inflación) y el 10 por ciento en valores de máximo riesgo, nunca podrá perder más del 10 por ciento, mientras estará expuesto a una ganancia masiva. Alguien con el 100 por ciento de sus ahorros en los llamados valores de riesgo ‘medio’ experimenta la posibilidad de una ruina total, en su mala interpretación de los riesgos. La técnica de la mancuerna soluciona la problemática de los riesgos provenientes de eventos raros, indiscutibles y frágiles, en un error de estimación; aquí la mancuerna financiera tiene una pérdida máxima conocida. Por antifragilidad entendemos la combinación de la agresividad más la paranoia. Tome la literatura, la más inflexible, más especulativa, más exigente y más arriesgada de las carreras profesionales. Existe una tradición entre los escritores franceses de buscar una profesión sinecure, digamos, de funcionario público sin ansiedad, que exija poco intelectualmente y ofrezca una alta seguridad laboral, con las típicas tareas de bajo riesgo que dejan de existir cuando uno sale de la oficina, para pasar luego su tiempo libre escribiendo, libres de escribir aquello en lo que creen, bajo sus propios estándares. Me hice trader y escribí en mi tiempo libre y, como puede observar el lector, en mis propios términos. La situación de hombre de negocios-erudito era ideal; después de las tres o las cuatro de la tarde, cuando salía de la oficina, mi trabajo diario dejaba de existir hasta el siguiente día y tenía la libertad de buscar aquello que me parecía más valioso e interesante. Si tengo que trabajar, me parece preferible (y menos doloroso) trabajar intensamente durante muy pocas horas, luego no hacer nada el resto del tiempo (suponiendo que no hacer nada es realmente no hacer nada), hasta que me recupere por completo y espero ansioso repetir el proceso, en lugar de estar sometido al tedio de las horas de oficina interminables de baja intensidad y con falta de sueño, al estilo japonés. El plato principal y el postre van por separado.
El mercado matrimonial funciona con las mismas dinámicas. En un punto del libro, Taleb recomienda casarse con un contable y buscar a un artista de amante—intuyo que lo dice en broma pero no puedo confirmarlo. Te aseguras con el perfil corporativo la estabilidad financiera y te dejas el comodín del pintor bohemio para divertirte fuera. No es tan siquiera necesario que ejecutes la opción. La simple amenaza de la infidelidad, en el deseo mimético, incrementa tu atractivo a los ojos de la pareja, cuando demuestras que tienes demanda se esfuerza en retenerte. Lo que más le gusta de ti es que la escojas a ella, son las pretendientas que se quedan fuera. Es difícil querer aquello que otros no desean. Hay quien, siguiendo los consejos de René Girard, introduce los celos de forma estratégica en la relación pero es este un campo extremadamente sensible y es probable que, si no eres un profesional, la situación se te vaya de las manos. He visto las cinco temporadas de Jersey Shore y sé cómo termina eso: en un juzgado con Snooki y palmando mucha pasta. El capítulo 11 se titula No hay que casarse con la estrella de rock y es ese un comportamiento que, curiosamente, observamos en el reino animal. Algunas hembras flirtean simultáneamente con alfas dominantes y machos de menor rango para obtener así lo mejor de los dos mundos, buenos genes del fuerte y un beta que cuide de los peques. Spermifex valida la apuesta.
El mejor-peor consejo de carrera
Los boomers operan su dinero desde una mancuerna algo particular. Metieron todos los ahorros al ladrillo y con el sobrante compraron lotería. Se garantizaron un tranquilo adosado, dejándose una pequeña opción a la mansión. Los millennials, los muy pedantes, cuestionaron la asignación de activos. ¿Qué tal va el ethereum que compraste en el pico de la burbuja? El padre saca rentas de cuatro propiedades mientras el hijo comparte habitación con siete birmanos. Sin piso pero con una wallet llena de shitcoins y el NFT de un mono borracho. Me jode decirlo pero los boomers son unos genios de las finanzas. Se cobran su jubilación con deuda a 50 años y restringen la ley del suelo para revalorizar sus activos inmobiliarios. Los jóvenes, que son retrasados, salen a la calle pidiendo control de precios y pensiones más altas. Las élites controlan a placer a corderitos que solo quieren contrato fijo, días de vacaciones y derechos laborales. Wiesenthal ha cumplido 78 y tiene más espíritu revolucionario. Si eres joven puedes recuperarte, debes por tanto jugarlo agresivo, con tu carrera y con tus finanzas, en contra de este sistema parasitario. Los bonos eran el activo seguro pero todo cambia en los impredecibles mercados. Mi mancuerna funciona con un 90% oro y un 10% bitcoin. No puedes declarar la guerra si no has ahorrado antes.
La protección en los extremos. Estudias ingeniería y en tu tiempo libre lees filosofía. Si quieres escribir oposita primero a funcionario, persigue tu sueño cubriéndote con 14 pagas. El año sabático te lo tomas con una excedencia. El coach tóxico te anima a jugártelo todo a una carta, porque «solo se vive una vez y te arrepientes de las cosas que no hiciste». El carpe diem le dejó majara. Imbécil, la gente se arrepiente de las cosas que hizo, no de las que no hizo. Se arrepiente de estudiar turismo. Se arrepiente de casarse por amor. Se arrepiente de poner los ahorros en un gastrobar deficitario. El drama de la sociedad moderna, esa infelicidad colectiva, es la ausencia de un padre autoritario. Nadie le dijo que no al niño y al salir de la universidad, con la hostia de campeonato, se le pasan las ganas de volver a intentarlo. El YOLO te lleva a compartir piso con cuarenta años. El problema de vivir el presente es que el futuro te coge en pelotas. Precisamente porque solo se vive una vez tienes la obligación de controlar eficientemente los riesgos y las oportunidades. Los mayores errores, no hace falta decirlo, son por un exceso de confianza. El maestro de la antifragilidad opera de forma conservadora, preocupado por los riesgos de cola larga. La antifragilidad es «paranoia más agresividad». Sentir un pánico irracional por los eventos que pueden dejarte fuera de la partida para luego ir con todo cuando la oportunidad se presente. Te proteges de la muerte y la ruina y no te pierdes una fiesta. Levantas una cabaña de madera en el bosque y esperas pacientemente al cisne negro positivo. Esperas allí un año, esperas allí un siglo, con la tranquilidad del paseante que no tiene prisa por llegar a su destino.
Taleb es mi maestro y así cierra El cisne negro.
Llegó el momento de decir unas palabras para concluir. Durante la mitad del tiempo soy hiperescéptico; durante la otra mitad, sostengo certezas y puedo ser intransigente al respecto, con una actitud muy terca. La mitad del tiempo soy hiperconservador en la dirección de mis propios asuntos; la otra mitad, hiperagresivo. Puede que esto no parezca excepcional, excepto que mi conservadurismo se aplica a lo que los demás llaman asumir riesgos, y mi agresividad, a áreas en las que los otros recomiendan precaución. Me preocupan muy poco los pequeños fracasos, pero mucho los grandes y potencialmente terminales. Me preocupan menos los riesgos anunciados y sensacionales, más los maliciosos y ocultos. Me preocupa menos la vergüenza que perder una oportunidad. En última instancia, en todo ello hay una norma trivial sobre la toma de decisiones: soy muy agresivo cuando puedo quedar expuesto a Cisnes Negros positivos—cuando un fracaso sería de escasa trascendencia—, y muy conservador cuando estoy bajo la amenaza de un Cisne Negro negativo. Soy muy agresivo cuando un error de un modelo puede beneficiarme, y paranoico cuando el error puede hacer daño. Tal vez esto no sea muy interesante, pero es exactamente lo que los demás no hacen.
Yo te animo a perseguir las pequeñas oportunidades, protegiéndote de los peligros fatales. La persona que cambiará tu carrera te está esperando en una fiesta clandestina en un piso de Nápoles. La oportunidad no está escondida pero tienes que encontrarla.
Joan Tubau — Kapital
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