La curiosidad mató al gato
Alicia es una niña feliz y despreocupada. No quiere estudiar la aburrida lección y se distrae con las tentaciones del verano. Aparece un conejo, cae por la madriguera y empiezan los benditos problemas. «Curiosity leads to trouble». Es el consejo que reciben los niños. Es el consejo que, por suerte, ignora Alicia. En el país de las maravillas conoce lugares mágicos y resuelve entuertos disparatados, para finalmente regresar más fuerte y más sabia. Los niños sienten la curiosidad de conocer un mundo misterioso y fascinante. Los adultos, horrorizados, deciden limitarla. Es la misma regla en todas las culturas. Se les permite explorar, hasta que cumplen los 3 años. Empieza entonces la imposición gradual de normas protectoras, a través de la tradición, en las historias alrededor de una hoguera. Caperucita, no te acerques al animal feroz. Hansel, no cojas los caramelos de la señora. Nos hacemos mayores y, por mucho que lo intentemos, ya nunca recuperamos aquellos ojos primerizos, los que miraban el arcano mundo con un ligero temor pero la firme determinación del descubrimiento. Interiorizamos ese miedo de las fábulas y yo me pregunto, ¿y si en la sobreprotección nos cargamos el instinto? Susurros del corazón muestra la enésima persecución, el enésimo alegato en contra del orden establecido. La alegoría es allí un gato y Shizuku, la Alicia nipona, le persigue olvidándose de sus obligaciones. Siempre el mismo detalle. Un niño responde a la presencia del animal y la madre le agarra con fuerza. Shizuku, por suerte, es ya una adolescente y puede tomar sus propias decisiones. Persigue al gato hasta las últimas consecuencias. Encontrándose grandes peligros.
A los 21 años el coste de oportunidad es bajo. Es el momento de tomar decisiones arriesgadas. No existe el fracaso en tu aventura asiática. Lo peor que puede ocurrir es que regreses sin dinero, con una historia que contar. En McKinsey el peor escenario es que te promocionen. El salario es la trampa. La vida funciona de tal manera que cuando entiendes el engaño es ya demasiado tarde. Entonces racionalizas, convenciéndote que sí quieres lo que siempre dijiste que nunca querrías. Te compras una Ducati y te tatúas la letra china. Doblas la apuesta en una piscina de alto mantenimiento. La protección del niño es la excusa del ejecutivo. Son dos las maneras de organizar una carrera profesional o vivir una vida porque son dos las maneras de visitar Roma. En paquete cerrado o con la estrategia del flâneur. Planear cada detalle o dejarte llevar por las sensaciones del momento. La mayoría escoge el paquete cerrado. No es, criterio personal, la mejor manera de conocer una ciudad milenaria. No te voy a engañar, corres un riesgo en la búsqueda desorganizada (¡te puedes meter en un mal barrio!) pero es un coste menor comparado con los mil tesoros escondidos. La incertidumbre, no saber si llegarás al hotel, hace el camino interesante. Toda existencia segura es irremediablemente insatisfactoria. Es, además, estresante en todas las cosas que podrían ocurrir. Cuando todo está milimétricamente calculado, una pequeña turbulencia, un retraso imprevisto, compromete el plan. El flâneur, en cambio, es antifrágil. Con la curiosidad como brújula encuentra nueva y valiosa información sobre la marcha, no teme sino que anhela los eventos inesperados.
Solo el conflicto lleva al camino verdadero. Alicia aprende la lección perdida en el bosque. Sentir la frustración es requisito indispensable para hacer algo en esta vida.
—Minino de Cheshire, ¿podrías decirme qué camino debo seguir para salir de aquí?
—Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato.
—No me importa mucho el sitio —dijo Alicia.
—Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes —dijo el Gato.
—Siempre que llegue a alguna parte —añadió Alicia como explicación.
—¡Oh, siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo suficiente!
La fase inicial es la introspección. La consciencia te permite saber por qué sí o por qué no. El error es ir con todo sin antes definir un objetivo de crecimiento. La frase es de Yogi Berra: «Ten cuidado si no sabes adónde vas, puede que no llegues». Les dijeron que trabajando encontrarían un propósito y trabajando encontraron la pirámide corporativa. Ascensión organizada pero carente de sentido. De nada sirve esforzarte cuando estás en el sitio incorrecto. Primero define un criterio y luego comprométete.
—¿Qué tengo que hacer para entrar? —volvió a preguntar Alicia alzando la voz.
—Pero, ¿tienes realmente que entrar? —dijo el lacayo—. Eso es lo primero que hay que aclarar, sabes.
Era la pura verdad, pero a Alicia no le gustó nada que se lo dijeran
La madriguera del conejo
«Solo el autodidacta es libre». Distráete para sobrevivir en este juego trucado. Todo lo que te contaron tus padres era mentira. La capa de ozono, el corte de digestión y la meritocracia. La carrera académica te lleva por el camino marcado, con una falsa sensación de progreso en condecoraciones artificiales. Sacar buenas notas señaliza obediencia. Llega la crisis y caen las máscaras. Solo el artesano tiene el puesto garantizado en un mercado tecnológico y globalizado. Hoy el fontanero gana más que el abogado y tú corres peligro si no sabes decirme en qué consiste tu trabajo. Nadie contrata al niño perfecto que quedó primero en la liga de debate. El niño despistado, perdido en sus cosas, encuentra la ruta alternativa en la que desarrollarse. Montaigne ya dejó escrito que el arte de la conversación se aprende en la taberna. El aprendizaje real son los juegos en la calle y las charlas con el abuelo, los domingos en el Bernabéu y los retratos del Prado. Controlar el contexto y dejar que la fortuna moldee. La formación aleatoria no complace a los padres controladores, que añaden puntos en un árbol de habilidades. La vida es más jodida que un juego de rol y los libros siguen siendo ventaja infranqueable. Quien lee por curiosidad se posiciona por encima de quien memoriza el examen. La razón es simple: la lección no prevalece si no te gusta lo que haces. ¿Por qué debe acudir religiosamente a clase? Llévatelo a Ypres y estudiad juntos la Gran Guerra. No es la disciplina del crío, es la mentira en la que viven los adultos, es el castillo de naipes. No soy padre y ya pienso en sacarle del sistema. Delegaste su educación a una señora que vota a Errejón. No sé yo si esto lo calculaste.
«El orden sirve para curar el tormento de la curiosidad». Escribió Josep Pla en El quadern gris. Alicia sabe, porque lo ha sufrido, que el cambio es un proceso gradual.
¡Dios mío! ¡Qué cosas tan extrañas pasan hoy! Y ayer todo pasaba como de costumbre. Me pregunto si habré cambiado durante la noche. ¿Era yo la misma al levantarme esta mañana? Me parece que puedo recordar que me sentía un poco distinta. Pero, si no soy la misma, la siguiente pregunta es ¿quién demonios soy? ¡Ah, este es el gran enigma!
Nada me produce más rechazo que la gente disciplinada. Yo veo a un cobarde que, trabajando 80 horas, pospone el combate. Con la productividad como coartada. Puedes engañar a la sociedad pero no puedes engañarte a ti mismo, cuando te mires en el espejo un lunes a las 6 de la mañana. Los jóvenes observan al boomer y huyen despavoridos. No es un problema de falta de motivación, el problema es la falta de curiosidad. Nadie encontró un propósito siguiendo las reglas. Te animo a dinamitarlo todo y a pensar después la estrategia. «Tú eso puedes decirlo porque tienes talento escribiendo». Eso es mentira. Tampoco existe el talento natural, existe el compromiso extremo. Tú tienes mi talento, lo que no tienes es mi obsesión, lo que no tienes son mis huevos. Carroll y Miyazaki llegan a la misma conclusión: muévete por instinto. Es estrategia ganadora aunque no pueda demostrártelo. Por eso no hice el doctorado, porque confío en mi intuición más que en mis pensamientos. Por eso leo a Taleb. Por eso amo a Nietzsche. Me gusta la docencia pero, con este estilo irreflexivo, no publicaría en 50 años un paper. Martínez cree que corrijo exámenes. Bloqueé a todos los followers que pusieron el like. No quiero ratas en mi timeline. Yo te repito el mensaje. Sigue tu instinto y confía en el proceso. Esté preparado cuando llegue el emisario. Enséñale tus dientes afilados. Muestra orgulloso cicatrices. Nunca bajes la mirada. Que te amen los generales y los soldados del frente. Que te odien los políticos y los cargos intermedios. Mentimos con la cabeza pero el corazón siempre recuerda. ¿Quieres pagar el precio? Tú ya sabes lo que quieres. ¿Tendrás los huevos de hacerlo?
Joan Tubau — Kapital
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