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Kapital IA
Texto de un humano. Imagen de una máquina.
exe. A drawing of two old men.
Clipping
La señal en el ruido.
1K. Las partículas elementales. Michel Houellebecq.
Una temática que se repite en sus libros: el absurdo de un racional mundo moderno.
No sirvo para nada. Soy incapaz hasta de criar cerdos. No tengo ni idea de cómo se hacen las salchichas, los tenedores o los teléfonos móviles. Soy incapaz de producir cualquiera de los objetos que me rodean, los que uso o los que me como; ni siquiera soy capaz de entender su proceso de producción. Si la industria se bloqueara, si desaparecieran los ingenieros y los técnicos especializados, yo sería incapaz de volver a poner en marcha una sola rueda. Estoy fuera del complejo económico-industrial, y ni siquiera podría asegurar mi propia supervivencia: no sabría alimentarme, vestirme o protegerme de la intemperie; mis competencias técnicas son ligeramente inferiores a las del hombre del Neardenthal. Dependo por completo de la sociedad que me rodea, pero yo soy para ella poco menos que inútil; todo lo que sé hacer es producir dudosos comentarios sobre objetos culturales anticuados. Sin embargo gano un sueldo, incluso un buen sueldo, muy superior a la media. La mayor parte de la gente que me rodea está en el mismo caso.
2K. Las partículas elementales. Michel Houellebecq.
La reflexión anterior, la idea que carecemos hoy de valor, nos lleva a cuestionar la propia procreación. ¿Cuál es el sentido de tener un hijo si no puedes enseñarle nada?
Los hijos, por su parte, servían para transmitir una condición, unas reglas y un patrimonio. Esto era así, claro, en las clases feudales, pero también entre los comerciantes, los campesinos, los artesanos; de hecho, en todas las clases sociales. Ahora nada de eso existe: soy un empleado, vivo en régimen de alquiler, no tengo nada que dejarle a mi hijo. No tengo un oficio que enseñarle, no tengo ni idea de lo que hará en la vida; de todos modos, las reglas que yo conozco no valdrán para él, vivirá en otro universo. Aceptar la ideología del cambio continuo es aceptar que la vida de un hombre se reduzca estrictamente a su existencia individual, y que las generaciones pasadas y futuras ya no tengan ninguna importancia para él. Así vivimos, y actualmente tener un hijo ya no tiene sentido para un hombre.
3K. Plataforma. Michel Houellebecq.
El bueno de Michel encuentra parcialmente la respuesta en el personaje de Jean-Yves.
Por fin se había decidido a alquilar un estudio y a dejar a su mujer; no le darían las llaves hasta el 1 de enero, pero ya se sentía mejor, parecía más relajado. Era relativamente joven, guapo y muy rico: me daba cuenta, con pasmo, de que nada de eso ayuda forzosamente a vivir; pero por lo menos ayuda a que los demás te deseen. Yo seguía sin entender del todo su ambición, el empeño que ponía en el éxito profesional. No creo que fuera por dinero: pagaba muchísimo en impuestos, y no tenía gustos suntuosos. Tampoco era por lealtad a la empresa, ni por altruismo: difícilmente podía considerarse que el desarrollo del turismo mundial fuera una causa noble. Su ambición existía por sí misma y no podía achacarse a ninguna otra causa: sin duda era semejante al deseo de construir algo, más que a las ansias de poder o el espíritu competitivo; yo nunca le había oído hablar de las carreras de sus antiguos compañeros en la Escuela de Comercio, y no creo que eso le preocupara lo más mínimo. En resumen, que se trataba de una motivación respetable, la misma que explicaba en líneas generales el desarrollo de la civilización humana. La gratificación social que le correspondía era un buen sueldo; en otros regímenes podría haber sido un título de nobleza, o privilegios como los concedidos a los miembros de la nomenklatura; pero no creo que eso hubiera cambiado gran cosa. En realidad, Jean-Yves trabajaba porque le gustaba trabajar; algo puro y misterioso a la vez.
4K. No purpose. Richard Nixon.
«Incluso aunque no la ganes». Especialmente cuando no la ganes.
Para mí, las personas más infelices de todo el planeta son las que se hospedan en los balnearios de la costa sur de Francia, Palm Springs y Palm Beach. Asisten a fiestas todas las noches. Juegan al golf todas las tardes, y luego al bridge. Beben en exceso. Hablan demasiado. Piensan poco. Jubilados. Sin propósito. Sé que hay quienes estarán totalmente en desacuerdo con esta afirmación y dirán: «Caray, si pudiera yo ser millonario, eso sería lo más maravilloso, si no tuviera que trabajar todos los días, si pudiera salir a pescar, cazar, jugar al golf o viajar, sería la vida más maravillosa del mundo». No conocen la vida. Lo que hace que la vida merezca la pena es el propósito. Una meta. La batalla. La lucha. Incluso aunque no la ganes.
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