El péndulo de Schopenhauer
«Las personas no son complicadas; las relaciones entre las personas son complicadas». Mi amigo Jordi Aixelà reformuló la frase de Amos Tversky. «Las personas son complicadas; las relaciones entre las personas son muy complicadas».
Schopenhauer, siempre optimista, escribió que la existencia es un péndulo entre el dolor y el aburrimiento. Te cansas de uno y te mueves al otro, nunca encontrando la paz en el eterno balanceo. Cuando el dolor es insoportable cambias al aburrimiento. Cuando el tedio domina tus días buscas una nueva fuente de sufrimiento. En las experiencias vitales y en las relaciones personales. Es el mecanismo que engrasa la insaciable voluntad humana, nadie escapa del péndulo. No escapa el rey que rige el imperio con mano de hierro. Tampoco escapa el obrero que sueña con la revolución del fuego. Es la dinámica destructiva de la procreación, es la trampa genética que perpetua la maldición de la especie. Los padres egoístas traen al mundo niños desdichados, que nacen con la misma ilusión y mueren con la misma desesperanza, que en su último suspiro no sienten tan siquiera la rabia, solo impera el desánimo, aceptan la inexorable oscuridad del mundo después de una vida convenciéndose que podrían cambiarla. El amor es la gran mentira fundacional. Los ingenuos amantes desconocen el mito y se humillan y se aplastan en un imposible pacto y traicionan todas las promesas hasta que terminan odiándose. Cuanto más insisten, más crece la herida. Sufren el ineludible fracaso y se difuminan en el abismo para nunca más intentarlo. El péndulo que todo lo destruye. La única salida es la renuncia voluntaria. Nada por lo que luchar, solo aguarda el exilio. Los hombres débiles eligen el tormento por encima del conflicto, esperando que pronto concluya el sinsentido. Los hombres fuertes construyen un propósito fuera de la sociedad. Transcurridos las años regresan para levantar un templo, ni demasiado cerca ni demasiado lejos de la ciudad. Schopenhauer, después de cultivar relaciones en sus años de juventud, vivió la vida adulta en completa soledad. Schopenhauer conocía la terrible enfermedad que corrompe el corazón de los hombres. Schopenhauer prefirió la compañía de un perro.
Keep your distance
Aforismos sobre el arte de vivir.
El pesimismo hecho filosofía.
Un grupo de puercoespines se apiñaron densamente un frío día de invierno para obtener calor unos de otros y salvarse así de morir congelados. Muy pronto sintieron las púas recíprocas, lo que los obligó a separarse de nuevo. Cada vez que la necesidad de calentarse los reunía, volvía a presentarse aquel otro inconveniente, por lo que siempre se veían impulsados a uno u otro tipo de sufrimiento, hasta que finalmente encontraron una moderada distancia entre ellos que les permitió sobrellevar su situación de la mejor manera posible. Así, la necesidad de vivir en sociedad, nacida del vacío y de la monotonía del interior de cada uno, atrae a los seres humanos, pero sus numerosos rasgos desagradables y errores insoportables les separa de nuevo. La distancia intermedia, que terminan por hallar y hace posible su convivencia, está representada por la amabilidad y las buenas costumbres. A quien no guarda esa distancia se le reclama en Inglaterra: keep your distance. Es cierto que esa distancia satisface solo a medias la necesidad de obtener calor recíproco, pero a cambio evita que se sienta el dolor de las púas. Quien disponga, sin embargo, de suficiente calor interno propio hará bien en mantenerse alejado de la sociedad, para así no molestar ni ser molestado.
Es el chiste de la gallina.
«Doctor, mi hermano está loco, cree que es una gallina». Y el doctor dice: «¿Por qué no lo encierra?» Y el tipo responde: «Lo haría, pero necesito los huevos». Así es como veo yo las relaciones, ¿saben? Son totalmente irracionales, locas y absurdas, pero supongo que insistimos con ellas porque la mayoría necesitamos los huevos.
Estamos condenados a no entendernos.
Aunque debemos seguir intentándolo.
Joan Tubau — Kapital
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