«Nunca hemos tenido un acceso tan libre a tanta información y, sin embargo, el mundo parece cada vez más caótico»
Reiner Stach es filósofo y matemático. Es también el biógrafo de Kafka. Aquello que nos define son las pasiones, no los estudios formales. Él hizo de su hobby una vocación y lleva revisando las obras del enigmático escritor durante cuatro décadas, desde que en 1985 publicara su tesis doctoral titulada El mito erótico de Kafka. Que justo saliera al mercado una nueva edición de El proceso, en un fantástico volumen de Arpa, fue la excusa perfecta para entrevistarle. Y así conocer su visión de nuestro kafkiano mundo.
¿Cómo describiría el adjetivo kafkiano?
La palabra se ha puesto de moda pero mantiene todavía un significado. Yo defino la siguiente situación como kafkiana: quiero entender algo, así que busco información. Hoy en día obtengo tanta información como quiero, en inmensa cantidad, pero la suma de todo esta información es cero y termino no entendiendo nada. Hay demasiadas contradicciones, demasiadas ambigüedades, demasiadas excepciones. Nadie sabe decirme cuál es el punto relevante de la historia. Esto es lo que sentimos en esta mal llamada sociedad de la información. Nunca hemos tenido un acceso tan libre a tanta información y, sin embargo, el mundo parece cada vez más caótico. También los protagonistas de Kafka experimentan eso. En El proceso, por ejemplo, una serie de personas proporcionan al acusado nuevos detalles sobre su juicio, pero esta información no conduce a una mejor comprensión de la realidad, todo lo contrario, las cosas se vuelven más y más oscuras. El acusado termina sintiéndose como alguien que mira las noticias de la televisión desde la mañana hasta la noche: exhausto y vacío.
¿Qué sensaciones experimenta cuando lee la transformación de Gregorio Samsa?
Cuando uno lee La metamorfosis por primera vez se encuentra con una historia horripilante, con esa desagradable visión del gigantesco insecto. Pero en una segunda o tercera lectura uno encuentra escenas divertidas en el mismo relato. No hay que ir más allá de la primera página: es evidente que la vida como ser humano de Gregorio Samsa ha terminado. Pero él no se da cuenta de ello y eso explica que su principal preocupación siga siendo la de no perder el tren. Esta forma de delirio es extremadamente divertida, lo siento de forma intensa cuando releo esas páginas.
¿Cómo las vivencias personales de Kafka, en una Europa con fuertes tensiones, moldeó su obra literaria? Anticipa ese ascenso del antisemitismo en el siglo XX.
Kafka no anticipó el antisemitismo, lo experimentó. Hubo levantamientos violentos de los checos contra los alemanes en Praga y las víctimas fueron predominantemente judíos alemanes. Sin embargo, él no pudo prever el asesinato en masa de los judíos, ni habría nunca dicho que los perpetradores no serían los checos, sino alemanes. La cuestión no era todavía la eliminación de los judíos, sino su marginación. ¿Cómo se supone que los judíos debían reaccionar ante esto? ¿Adaptándose? ¿O emigrando? La pregunta ciertamente tuvo una gran influencia en la novela de El castillo. Se trata allí de alguien que quiere formar parte de una comunidad, pero que es rechazado por la única razón que no siempre fue miembro de ella. El protagonista decide entonces quedarse y luchar. En los últimos años de su vida, el propio Kafka pensó en emigrar.
Kafka no publicaría ninguna de sus obras, instruyendo a su amigo Max Brod para que las destruyera al morir. Como es por todos conocido, Brod incumplió su palabra.
Kafka se veía a sí mismo como un autor fracasado porque dejó inacabadas la mayoría de sus obras. Su opinión era que un fragmento no es una obra que deba tomarse en serio, y casi todos los lectores y críticos de su tiempo opinaban lo mismo. Hoy tenemos una visión completamente distinta, bajo la influencia de todo ese patrimonio de Kafka. Nosotros no leemos sus novelas como fragmentos y muchos lectores incluso olvidan que esos textos nunca se completaron. También tenemos los fragmentos breves, muchos de ellos sin título. ¿Son también obras? Hoy no hay nadie que critique la decisión de Max Brod. Él salvó todos esos textos, y esa era la única opción correcta.
Terminé El castillo con la sensación que esa pesadilla podía alargarse eternamente.¿Cómo relaciona el infierno burocrático de K. con la búsqueda de un propósito?
En El proceso escribe: El tribunal no quiere nada de ti. Lo mismo ocurre en El castillo, su última novela. El castillo no quiere nada de K., pero K. quiere algo del castillo. K. quiere confirmación por escrito que tiene derecho a vivir y trabajar en el pueblo, y afirma ser agrimensor, lo que obviamente es falso. Entonces, él es causante de la disputa. Podríamos imaginar que llegara con una estrategia completamente distinta. Por ejemplo, podría decir: «Me gustaría vivir aquí unos meses. Estoy dispuesto a realizar cualquier trabajo». En cambio, K. afirma poseer unos derechos desde el primer momento. Y esta estrategia no le funciona porque nunca recibe una respuesta clara por parte del castillo. Vive entonces esa pesadilla, una pesadilla provocada por él. K. elige una pelea que no puede ganar, contra un oponente demasiado poderoso.
¿Cuál es el mensaje de Kafka acerca de este mundo caótico e indiferente? ¿Cómo explora el concepto del aislamiento y la soledad inherente a la condición humana?
La comunidad era extremadamente valiosa para Kafka, él nunca creyó que debiéramos estar solos. Pero vivió en esta sociedad moderna, en una compleja sociedad gestionada desde arriba en la que todo funciona bien, pero en la que se pierden los vínculos de antaño. El sentimiento de soledad es particularmente fuerte en estas sociedades. Las personas que no pueden soportarlo lo sustituyen uniéndose a otros colectivos, como sectas o clubes de fútbol, y allí buscan sentido para sus vidas. Kafka describió con precisión esta sensación de vivir en un lugar bien organizado pero que carece de vínculos, y es por eso que sus textos siguen considerándose actuales hoy en día.
¿Dónde se posicionaría él en el debate entre libertad y determinismo? ¿Cree que sus personajes tienen libre albedrío? ¿O que están a merced de incomprensibles fuerzas?
Kafka tenía una visión bastante pesimista de nuestro mundo. Él no creía en el determinismo, pero en sus obras describe a personas que restan impotentes, que no pueden encontrar el camino porque el mundo es perverso. No comprendemos el significado de todo esto, y es por ello que nos cuesta encontrarle un propósito a la vida. Sin embargo, esto no significa que Kafka fuera un nihilista. Él creía que cada uno debe perseguir su talento, que este es el requisito indispensable si queremos hallar la verdadera felicidad, que no la hallaremos en el dinero o el éxito social. Hacer aquello para lo que uno tiene inclinación, trabajar las habilidades con las que uno cuenta. Para Kafka esta era la única manera de vivir con dignidad. Y tenemos la libertad elegir.